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TOCANDO EL VIOLÍN MIENTRAS ROMA SE INCENDIA

EL MERCURIO

Podemos estar bastante seguros de que no es cierto aquello de que Nerón, mientras Roma ardía, tocaba el violín. El violín debe ser 1.500 años más reciente. Pero la metáfora puede ser útil para advertirnos sobre la actitud con que se deben enfrentar anuncios económicos recientes o próximos.

Esta semana, el Informe de Política Monetaria publicado por el Banco Central ajustó al alza su estimación de crecimiento de nuestra economía para este año. O mejor dicho, ajustó a la baja la predicción de contracción de la economía desde un rango previamente estimado entre 1,75% y 0,75%, a un rango que básicamente implica crecimiento cero. Por su parte el Banco Mundial también moderó sus proyecciones de decrecimiento para este 2023, desde un 0,9% a un 0,7%.

El Ministerio de Hacienda, por su parte, en un tono más optimista, en su último informe de finanzas públicas publicado a comienzos de año proyectaba una caída del 0,7%. No sería de extrañar que en su próximo informe eleve sus estimaciones de crecimiento para este año.

Pero, simultáneamente, el Informe de Política Monetaria del Banco Central ajustó a la baja el crecimiento proyectado para el próximo año, desde un valor medio de 2,5% a 1,5%, manteniendo prácticamente igual la estimación sobre nuestra economía para fines del próximo año.

En este contexto, claramente no hay espacio para violines.

Décimas más o décimas menos, desde luego celebrando cualquier indicio de mejores perspectivas de crecimiento o al menos menores perspectivas de contracción, la realidad es que como país nos seguimos dando vuelta básicamente sobre lo mismo sin dar pasos que permitan recuperar la senda perdida. Mientras aplaudimos y nos centramos en perspectivas levemente mejores para este año, olvidamos nuestro real y más permanente problema: una mediocre tasa de crecimiento de nuestra economía para el mediano plazo. Claramente incompatible con el desarrollo, manifiestamente insuficiente a la luz de las encendidas promesas sociales.

Para los próximos años la estimación de nuestro producto tendencial es cercana al 2,2%, menos de la mitad del casi 5% que se estimaba hace una década, lo que es más que insuficiente para un país donde sólo el 56% de la población en edad de trabajar lo está haciendo, donde la tasa de desempleo ha venido aumentando y la tasa de ocupación está en niveles del año 2010. A ello se suma la inédita caída de los salarios reales, que han venido decreciendo constantemente durante los últimos 17 meses.

Frente a este escenario, ¿se puede sostener que la respuesta del gobierno ha sido la apropiada para resolver el problema de fondo? Eludiendo problemas permanentes, sólo ha ofrecido medidas paliativas transitorias. Los apoyos sociales entregados este año y el pasado apuntan a aliviar y a apoyar en un momento económico difícil a las familias más necesitadas. Buena cosa. Pero la falta de dinamismo de nuestra economía, con el consiguiente efecto negativo en las posibilidades de las familias de generar sus propios ingresos, lamentablemente se ha instalado como un problema permanente en nuestro país.

En el fondo, y también en la superficie de los discursos, se sigue transparentando la misma falta de convencimiento de que las posibilidades de progreso de las familias no están en las transferencias de recursos que pueda hacer el Estado: se sigue girando de manera cada vez más irreal a cuenta de recaudaciones fiscales amagadas por la falta de crecimiento económico y se siguen repitiendo consignas y discursos cada vez más distanciados de la realidad.

Esa falta de realismo, económico y político, nos tiene en un curso riesgoso en el plano de las consecuencias sociales. Hay que enmendar el rumbo, en lugar de tener que seguir felicitándonos simplemente por “perder por menos” o por consensuar limitados parches transitorios.

Con toda seguridad, en los minutos posteriores al impacto del Titanic con el iceberg, algún miembro de la tripulación diligentemente ordenó las sillas que se habían movido en la cubierta. El problema de fondo siguió siendo el mismo. De hecho un rato después esas sillas las usaron los músicos, con violines.

Bettina Horst, Directora ejecutiva LyD, columna publicada en El Mercurio.-

 

 

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