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EL VASO ¿MEDIO LLENO O MEDIO VACÍO?

EL MERCURIO

Pretender efectuar proyecciones económicas precisas es un ejercicio fútil, como es sabido y lo hemos señalado. Sin embargo, hay circunstancias, como las actuales, en que tener razonable certeza sobre un escenario para el futuro mediato es también complejo.

En esto inciden dos tipos de razones. Por una parte, los últimos años han sido ricos en eventos inéditos que aún afectan la economía. Los encierros ordenados por los gobiernos ante la aparición del COVID no tienen precedente histórico por su alcance global. La normalización aún está en marcha y China recién hace pocos meses levantó las restricciones.

Los impulsos fiscales y monetarios para intentar que los impactos fueran más llevaderos, son solo comparables a los efectuados en los períodos de las grandes guerras. En forma inesperada, una guerra se desató en territorio europeo y acaba de cumplir un año. Esto ocurre a menos distancia de las grandes capitales europeas de la que hay entre Santiago y Antofagasta. Los involucrados, Ucrania y Rusia, suman en conjunto casi 200 millones de habitantes y el conflicto afecta fuertemente al comercio de la energía y los alimentos.

A todo lo anterior debe agregársele que hace 11 meses se inició un proceso de reducción de los estímulos monetarios que, por su velocidad e intensidad, tampoco tiene precedentes. Sus efectos todavía están lejos de haberse manifestados en toda su magnitud.

Todo lo expuesto nos permite comprender por qué el pasado no nos ayuda a interpretar qué camino nos indican los datos actuales. Pero estos datos tampoco ayudan, ya que son confusos y contradictorios.

En las grandes economías, en particular EE.UU., las manufacturas, la construcción de viviendas y los tráficos comerciales se ven deprimidos. Sin embargo, los consumidores han revivido y el empleo se mantiene sólido.

Respecto de la inflación, para algunos es alentador que en enero haya alcanzado un 6,4% a doce meses, luego de haber tenido un máximo de 9,1% en junio, el mayor valor en 40 años.

Otros observan que, si bien eso es un avance, según el índice que no considera precios volátiles -el Core-, la inflación anualizada de los últimos 4 meses sería de 4,5%, muy por encima de lo tolerable para la FED.

Las diferentes posturas llevan a visiones muy distintas de corto y mediano plazo. Los más optimistas ven una economía en ajuste, ya en proceso de retorno a la estabilidad de precios deseada, con algún grado de recesión leve en los próximos meses.

La mirada alternativa considera que el camino es aún largo y que probablemente las medidas monetarias restrictivas deberán mantenerse por más tiempo y posiblemente acentuarse. Esperan que el futuro depare una recesión más compleja.

Entre estas visiones, parece más probable la que nos depara un proceso más largo para contener la inflación. Sin embargo, la robusta posición patrimonial de los hogares, empresas y el sector financiero permiten descartar un episodio recesivo crítico.

Mirando más a largo plazo, el progreso mundial puede contar con el avance del conocimiento y la innovación. Lo avanzado en estas materias desde la Segunda Guerra Mundial supera a lo logrado en toda la historia previa de la humanidad. El intercambio de ideas seguirá aumentando y otorgando oportunidades impensadas, independiente de las enemistades surgidas entre algunos países. Descartando una conflagración a nivel mundial, solo podría detenerse por medidas equivocadas y coercitivas. Luego de la pandemia, algunos gobiernos y organismos internacionales descubrieron que tienen un poder que desconocían y se inclinan a usarlo. Por ejemplo, el fundador de DAVOS plantea que los gobiernos y las élites deben impulsar un “Gran Reseteo” para cambiar desde la cúpula toda la estructura de las sociedades.

Muchos impulsan el objetivo de “Neto Zero”, que reviste un gran riesgo. Es imprudente pretender eliminar el uso del carbón y los hidrocarburos como fuente de energía, sin tener una alternativa técnica comprobada y de bajo costo.

Las dificultades enfrentadas por el uso de fuentes esencialmente variables han puesto toda la esperanza en la “Revolución del Hidrógeno Verde”. Las dificultades técnicas son enormes y hay razones físicas por las cuales sustituir el petróleo es muy complejo, especialmente si no se quiere contar con la energía atómica. El petróleo permite que cada ser humano en el planeta cuente en promedio con el equivalente al trabajo físico de 200 personas cada día, sin considerar carbón, gas y otras fuentes. Por esto vivimos mejor que en el pasado, aunque esta cifra es un promedio y no es moralmente aceptable postergar a muchas personas que no cuentan aún con ello.

Si creemos en las proyecciones sobre el impacto del uso de la energía en el clima de la tierra, el efecto de ellas en nuestro bienestar no pasaría de un 5% de un ingreso muy superior al actual en el largo plazo. Así lo estimó el premio Nobel de Economía del 2018, William D. Nordhaus. El costo de no progresar es inmensamente mayor.

Para lograr el “Zero Neto” las medidas tomadas por los gobiernos han llevado a que hoy la inversión en carbón, petróleo y gas, que proveen el 80% de la energía primaria, es solo el 10% de la inversión relativa que se hace en energía solar y eólica, que no proveen más del 5% de la energía global y que además utilizan grandes espacios físicos y diversos materiales difíciles de extraer.

Sin un escenario viable de sustitución, esta falta de inversión en energía confiable, solo puede llevar a mayores dificultades para que muchos salgan de la pobreza.

Una de las características principales del ser humano es su capacidad de adaptarse a los vaivenes del clima y del ambiente. Por eso está presente en todo el globo y ha sobrevivido a cambios muy drásticos a lo largo de su existencia. Al hacerlo, como todo ser vivo, afecta y modifica la naturaleza. Solo los cambios tecnológicos efectivos y de bajo costo le permiten cada vez vivir mejor e impactar menos.

Aunque no planteó que casi el 95% de la población del mundo estaba de más, la bióloga Jane Goodall expresó recientemente en DAVOS que los problemas ambientales no existirían si el mundo contara con los mismos habitantes que hace 500 años -solamente 500 de los actuales 8.000 millones-. Estoy seguro que no es su intención que la mayoría de nosotros no exista. Tengo gran respecto por ella y su trabajo que seguí con atención en los años 60 y 70.

Pero desgraciadamente si se idealiza la naturaleza y se impulsan soluciones utópicas e inviables, el resultado sería parecido a lo que algunos entendieron que dijo, no la desaparición inmediata de millones, pero si vidas mucho más miserables para las grandes mayorías.

Chile no se diferencia tanto del mundo. También en el país la inflación será más difícil de controlar de lo que nos gustaría La revaluación del peso ayudará por ahora, pero la indexación es mucho más extendida que en los países desarrollados y el Fisco ya está en una posición más expansiva. A su vez, los peores pronósticos de caída del producto se verán amortiguados por instituciones financieras y empresas solventes y competitivas.

Sin embargo, el mediano plazo es poco prometedor. La coalición gobernante se caracteriza por ser básicamente contestaria. Todo está mal. Pero carece de propuestas reales y viables y su capacidad de gestión es baja. Su visión ideológica es contraria a lo que llama consecuencias del crecimiento, pero promete vidas mejores que parece creer poder lograr extrayendo recursos del sector productivo. Desgraciadamente más temprano que tarde ello tiene consecuencias negativas en la dinámica del progreso y ocasiona deterioros en la calidad de vida.

El bienestar de los chilenos lleva casi 10 años sin mejorar. No cambiará ese destino si la estrategia es seguir impidiendo injustificadamente proyectos o aprovechando malas normas y peores interpretaciones para hacer desaparecer sectores, como la salud privada, que tardó años en desarrollarse.

Hernán Buchi, Consejero LyD columna publicada en El Mercurio.-

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