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Los caminos de Boric, la Convención y los ciudadanos

El Mercurio

Los resultados electorales han alertado a la Convención Constitucional. Y es que, como dice Vicentico “los caminos de la vida no son los que (ella) esperaba, no son los que (ella) quería, no son los que imaginaba”. Pero ¿moderará sus propuestas para ser la casa de todos (como debió serlo desde un inicio)? Debiendo hacerlo, mi tesis es que no, lamentablemente. Sin embargo, todo cambiará para que todo siga igual.

Tal y como Gabriel Boric intenta hoy convencernos que la seguridad ha pasado a ser un eje central de su quehacer -al punto que su nuevo encargado del orden público valora el “tremendo trabajo en las calles” de Carabineros (pero no le quita el apoyo al proyecto que indulta a los delincuentes)- y que ha entendido la importancia del progreso y la estabilidad económica, intentando allegar personas que den mayores garantías sobre su equipo en la materia (sin embargo, no ceja en su apoyo al 4° retiro), la Convención hará lo mismo en su esfera. Tendrá ventajas y desventajas. Tiene más tiempo. Su discurso de moderación sonará menos burdo que el del presidenciable, pero sostenerlo por más meses será complejo. Son muchos, de manera que un traspié puede ser endilgado a un acto individual no representativo, pero también son tantos que a sus integrantes les será más difícil sostener lo que podría considerarse una escena.

Aun así, la estrategia de Boric anticipa la de la Convención. Una muestra es la declaración en la que reconoce a los candidatos que pasaron a la segunda vuelta (¿era necesario?) y en que desea “erradicar cualquier forma de violencia”, a la que se sumó otra sobre el ataque en Curanilahue. Ahí señalan, entre otras, que anhelan una sociedad donde la “seguridad esté garantizada” y que su misión es contar con un marco que permita “construir y convocar”. Esperanzador. ¿Verosímil? Luego de haber solicitado al Congreso tramitar con celeridad el proyecto de indulto a los delincuentes de la revuelta; que sus principales rostros hagan apología de la violencia como medio de acción política y de que se desprecie a invitados que exponen sobre el progreso, el derecho de propiedad y la libertad para emprender, usted dirá.

No se trata de mala fe, sino de analizar los incentivos. La Convención sabe que tiene gran poder y lo ejercerá. En los hechos, no tiene más controles que el plebiscito de salida. Sabe que es mucho el poder que está en juego como para arriesgarlo en ese plebiscito, pero, también, mucho el poder en juego como para renunciarlo por ese plebiscito. Así, la Convención jugará sus cartas ante la opinión pública.

Fuertemente marcada por los resultados electorales de mayo, la Convención tiene hoy los 2/3, sin la derecha y la centro izquierda, para imponer el ideario octubrista y el del “decrecimiento” (como si la falta de progreso fuera justo lo que necesitamos cuando el escenario se pone cuesta arriba). Más allá de las responsabilidades propias de las coaliciones en la debacle constitucional-electoral, el diseño de esa elección influyó en el resultado. Victimizarse no sirve, menos cuando fueron esas propias fuerzas las que asintieron en reformar el proceso constitucional por 3/5, y no 2/3, como correspondía, para aplicar escaños reservados y listas de independientes. Posiblemente los movió el afán de quedar bien con la corriente imperante. Hoy es la Convención la que le pide al Congreso reformar la Constitución para dar curso al plebiscito dirimente. Pasadas las elecciones, acelerarán la petición, en vista del nuevo Congreso de 2022 ¿Qué hará el Congreso esta vez? ¿Legislará para sentirse bien o se respetará a sí mismo?

El poder que tiene la Convención será aprovechado al máximo, pero endulzará el camino al plebiscito de salida variando el eje de la discusión hacia los derechos sociales “transformadores”; incumplibles, pero publicitariamente imbatibles. Asegurarán que la futura Cámara de Diputados quede compuesta como la Convención para que sea “inclusiva”. Lo mismo harán con los organismos autónomos, incorporando en su conformación criterios identitarios por sobre los técnicos para que sean “de todos”. Los ciudadanos perderemos, en manos de la fronda parlamentaria, electa como la Convención, la posibilidad de concurrir a las urnas a elegir al jefe de gobierno y a gobiernos diversos, pero “habría gobernabilidad”.

La Convención no se desviará de su camino eco-octubrista, territorial e identitario, pero nos hará creer que tomará el camino amarillo, como Boric. Al igual que Dorothy, tenemos el poder de escapar del embrujo en la próxima elección y en el plebiscito de salida, pero no habrá un hada para advertirnos. Debemos estar atentos. Que no le pasen gato por liebre.

Columna de Natalia González, Directora de Asuntos Jurídicos y Legislativos, publicada en El Mercurio.- 

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