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El maniqueísmo, hoy

El Mercurio

Todos tenemos sesgos cognitivos y ellos se agudizan en tiempos de polarización. La tarea de todo intelectual, sin embargo, es subordinar esta tendencia a las exigencias metodológicas de su disciplina e intentar contenerla por medio de un proceso de crítica sistemática. Por eso, no es claro que las cruzadas políticas o religiosas sean compatibles con la búsqueda desinteresada de la verdad. Y esa es una de las principales debilidades de los "intelectuales orgánicos", al servicio —por ejemplo— de los partidos políticos. Por cierto, no se trata de vivir en la neutralidad o prescindir de los principios, pero sí de intentar ver las falencias en la propia argumentación y también lo que haya de verdad en la del otro.

El sesgo más característico de nuestro tiempo ha pasado a ser el maniqueísmo, que solo permite percibir la realidad en dos perspectivas mutuamente excluyentes: por un lado, el reino de la luz, la verdad y la virtud, y, por el otro, las tinieblas, dominadas por Satanás, donde radican el mal, la mentira, el egoísmo y la perversión. Así, la sociedad, las ideas y las personas, infinitamente complejas, se dividen, sin matices, en dos bandos irreductiblemente irreconciliables, enfrentados en una guerra sin cuartel. El maniqueísmo, que en sus orígenes fue una herejía cristiana, hoy día, aplicado a la política, no abandona la lógica religiosa y, en consecuencia, puede prescindir de los datos empíricos, si ellos no calzan con su particular visión.

Actualmente, un maniqueísmo imperante pretende que el liberalismo fue introducido por primera vez en Chile por los Chicago Boys en el siglo XX y que, por lo tanto, sería un engendro abominable ajeno a nuestra tradición republicana. Sin embargo, las ideas relacionadas con la libertad, no solo en términos económicos, sino también referidas a los derechos individuales clásicos, tuvieron difusión y fueron defendidas con mucho vigor por dirigentes tanto del Partido Conservador como del Partido Liberal, en el siglo XIX.

Las ideas de Adam Smith tuvieron amplia repercusión e influyeron en la vida intelectual chilena. El francés Courcelle-Seneuil, asesor del gobierno de Chile en distintas materias, las divulgaba en su cátedra de economía política en la Universidad de Chile, influyendo en la teoría económica de distinguidos miembros de aquellos partidos. La mayoría de los historiadores concuerdan en que la defensa de una economía libre y de la reducción del poder de la autoridad, como la creación de esferas muy amplias de libertad personal, estaban radicadas en las dos principales corrientes de la derecha y, paradójicamente, más aún en el Partido Conservador, a través de los escritos y la acción de dirigentes como Abdón Cifuentes o Zorobabel Rodríguez. De hecho, y más allá de su motivación, que era proteger los derechos de la Iglesia Católica, fueron los conservadores los encargados de incorporar a nuestro orden institucional las libertades individuales clásicas. Otros estudiosos, como Lastarria, añadían argumentaciones filosóficas para promover la idea de las libertades, porque, escribía, 'ellas constituyen la personalidad humana. Sin ellas o sin una parte de ellas, el hombre deja de ser lo que la naturaleza quiere que sea, pierde su integridad y su dignidad, y de consiguiente su vida se limita y se reduce en su intensidad y desarrollo'.

Lo anterior no significa que la derecha haya sido siempre y consistentemente una defensora del orden liberal. El mundo real funciona muy distinto a la teoría; y las mismas personas, los mismos partidos modifican sus ideas influidos por las cambiantes circunstancias. Es más, en el siglo XX existió en la derecha una fuerte corriente intelectual de clara raigambre corporativista y antiliberal, pero muchos de sus defensores terminaron siendo fieles discípulos de Chicago.

 

Columna de Lucía Santa Cruz, Consejera de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.- 

 

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