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Tomás Flores: ¿Trabajar como franceses?

El Líbero

El destacado economista Ricardo Caballero, consultado por la discusión sobre la rebaja de la jornada laboral en nuestro país, señaló que los chilenos “queremos trabajar como los franceses y crecer como los asiáticos”, con lo cual resaltó la paradoja de aspirar a un crecimiento acelerado del PIB y al mismo tiempo trabajar menos horas.

Pues bien, en Francia, en 1982, la jornada de trabajo era de 39 horas semanales y con cinco semanas de vacaciones con goce de remuneraciones. Horas extraordinarias se pagaban con al menos un bono del 25%. Se permitía hasta 130 horas extraordinarias anuales. En 1998, se estableció la jornada de trabajo de 35 horas semanales para firmas grandes (al menos 20 trabajadores) para el año 2000 y pymes (< 20 trabajadores) para el año 2002. La manera como el gobierno compensó parcialmente el mayor costo laboral fue hacerse cargo de parte o la totalidad de las cotizaciones de seguridad de los trabajadores.

Los economistas Crepón y Kramarz (2002) han evaluado el efecto de la reducción de jornada en el empleo asociados a la reducción de jornada, encontrando que los trabajadores con salario mínimo fueron más afectados que los demás, dado que las empresas no eran capaces de reducir el salario nominal para ajustar la reducción de la jornada laboral (no podían reducirlo más allá del mínimo). Esto daba origen a que el ajuste se realizara mediante la reducción en el número de empleos, en vez de una reducción en el número de horas trabajadas, mientras que aquellos trabajadores de salarios mayores no fueron afectados directamente por la reducción en la jornada semanal.

En relación con la productividad, Beffy y Fourcade encontraron que la productividad en Francia creció un 2% anual entre 1982 y 1992, mientras que Kramarz et al. (2008) muestran que para el período 1997-2000, la productividad creció un 4,2%, equivalente a un 1,61% anual, y entre 1997 y 2003 creció un 4,9%, equivalente a un 0,8% anual. Según los investigadores, esta desaceleración se explica por el aumento de la participación de firmas de baja productividad, debido a la gran cantidad de subsidios creados por el gobierno a las empresas para compensar la reducción de horas trabajadas.

De esta manera, se concluye que, en el caso de Francia, reducción en la jornada de trabajo tuvo efectos indeseados como un incremento en la desigualdad salarial, de acuerdo a categorías profesionales, estatus social, edad, así como también según sector económico. Adicionalmente, se observó una tendencia hacia el deterioro de las condicionales laborales y un sustancial gasto público, equivalente a 1% del PIB aproximadamente, en subsidios estatales a las empresas.

En conclusión, la actual discusión de la rebaja de la jornada de trabajo en Chile debe analizar en detalle los efectos que han tenido estas reducciones en el resto del mundo, ya que una baja de 45 a 40 horas implica un aumento del costo laboral de a lo menos 11%, lo que junto a otros proyectos de ley como el previsional y el de sala cuna, implican mayor costo de contratar. Estos incrementos sumados tendrán un efecto en el mercado del trabajo y, como con toda política pública, debemos saber bien lo que estamos haciendo.

 

Columna de Tomás Flores, Economista Senior de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-

 

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