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Que vuelva el mérito

La Tercera

Uno de los problemas que vienen amenazando al Instituto Nacional en el último tiempo, tiene que ver con el surgimiento en su interior de un grupo que reniega del valor del mérito y actúa por motivaciones incongruentes con el proyecto educativo institucional. Así, mientras la mayoría quiere estudiar y lograr la excelencia que éste promueve, hay una minoría dispuesta incluso a recurrir a la violencia para manifestar su rechazo al privilegio que sienten representa el liceo más emblemático del país. Como en cualquier grupo humano, la división y la existencia de objetivos contrapuestos, ha devenido en un caos que inmoviliza y genera una creciente tensión.

Este caso grafica muy bien por qué la ley debe dotar a las escuelas de mecanismos que les permitan fomentar ciertos valores y, a su vez, cautelar la conformación de comunidades comprometidas con éstos, dispuestas a moverse por un objetivo común, en este caso, la excelencia académica. En los últimos años, sin embargo, la búsqueda irracional de la igualdad llevó a debilitar y restringir estos mecanismos, generando un desbalance difícil de sostener. Primero, se dificultó la aplicación de sanciones como la expulsión de alumnos, aun frente a infracciones graves a la convivencia. Y segundo, se prohibió a las escuelas realizar procesos de admisión que permitieran congregar a quienes compartiesen más profundamente su filosofía.

Ante esto, el actual gobierno se propuso reivindicar el valor del mérito y levantar en parte estas restricciones. Primero, con la ley Aula Segura y más recientemente, con el proyecto de Admisión Justa. Sin embargo, tal como se había anunciado, finalmente la oposición rechazó esta última iniciativa, cerrándose así a que determinados liceos pudiesen seguir seleccionando a sus alumnos sobre la base de antecedentes académicos que dieran cuenta de su compromiso con la alta exigencia que éstos promueven. A cambio, estarán obligados a asignar sus vacantes de manera aleatoria entre sus postulantes, independiente de la trayectoria escolar y afinidad con el proyecto que cada uno exhiba.

Si bien esto entrará en vigencia de forma gradual, el desprecio por el mérito se instaló desde hace varios años, de manera que sus efectos ya se están viendo. El Instituto Nacional así lo demuestra. Con todo, en adelante se irá haciendo cada vez más difícil conformar comunidades verdaderamente comprometidas con un proyecto de excelencia y se pondrá en duda no sólo el futuro de liceos que hasta hace poco eran el orgullo de la educación pública, sino también el de niños y jóvenes de esfuerzo, que veían en éstos la llave para superar su condición y desafiar un destino injusto. ¿Ayudará esto a generar mayor igualdad? Puede ser, pero a costa de nivelar para abajo. Ojalá pronto se vuelva a discutir esta materia con mayor sensatez y se reinstale el mérito como un valor fundamental para al sistema escolar.

 

COLUMNA DE MARÍA PAZ ARZOLA, COORDINADORA DEL PROGRAMA SOCIAL DE LIBERTAD Y DESARROLLO, PUBLICADA EN LA TERCERA.-

 

 

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