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¿Qué es ser de clase media en Chile?

La Tercera

Esta semana, el gobierno presentó el plan Clase Media Protegida, tras lo cual surgió la pregunta de qué significa ser de clase media en Chile. A falta de una definición oficial, podemos partir por algunos antecedentes. Por un lado, la sostenida reducción que registra la pobreza en nuestro país, pasando desde el 68,5% de la población en 1990 hasta el 8,6% en 2017. Asimismo, los hallazgos de estudios de la OCDE (2018) y el Banco Mundial (2012) que destacan a Chile por la elevada movilidad social alcanzada en las últimas décadas. Así, por ejemplo, la OCDE calcula que en nuestro país, la probabilidad de que el hijo de un padre perteneciente al 25% de menores ingresos ascienda al 25% de mayores ingresos es una de las más altas del conglomerado. De esta forma, hay motivos para presumir que Chile se habría convertido en un país mayoritariamente de clase media.

A la misma conclusión llegamos en un reciente estudio, en el que -basándonos en la metodología utilizada por el Banco Mundial- definimos a la clase media como los hogares cuyos ingresos totales se ubican entre 1,5 y 6 veces la línea de la pobreza. Bajo esa métrica, calculamos que en 2017 ésta alcanzó al 65,4% de la población del país, 22 puntos porcentuales más que el año 2006. Ahora bien, dado lo numeroso de este grupo, encontramos además que en su interior hay una elevada heterogeneidad que no puede pasarse por alto.

De cada 10 hogares de clase media, estimamos que 1 pertenece a una clase media-alta, 3 a una clase media-media y 6 a una clase media-baja. Mientras los jefes de hogar pertenecientes a la clase-media baja promedian 9,6 años de escolaridad, apenas por sobre los 9,1 años de los jefes de hogares en situación de pobreza, los de clase media-alta exhiben 13,2 años. De estos últimos, 79% se encuentra ocupado, significativamente por sobre el 64% de los jefes de hogar de clase media-baja. Por último, en la clase media-alta el 55% de los jefes de hogar tiene contrato laboral, versus el 44% de la clase media-baja, donde además 45% de quienes trabajan no se encuentran cotizando para su jubilación.

Como muestran los números anteriores, la clase media en Chile es muy diversa, y si bien los avances que ésta ha logrado son notables, aún hay una proporción de hogares que sigue estando cerca de los sectores más vulnerables del país. Por ello, en lugar de pretender avanzar en la entrega de beneficios universales como se ha planteado en los últimos años, parece más sensato diseñar políticas públicas que tengan por objeto auxiliar a la clase media-baja ante la ocurrencia de sucesos adversos que amenacen su estabilidad. En ese sentido, es clave que sean programas distintos a los dirigidos a los más pobres, que reconozcan la diversidad de este grupo y que apunten a fortalecer su independencia, otorgándoles una mayor tranquilidad que los impulse a seguir progresando.

Columna de María Paz Arzola, Coordinadora del Programa Social de Libertad y Desarrollo, publicada en La Tercera.-

 

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