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Menos restricción, más educación

El Libero

Han surgido en las últimas semanas propuestas que buscan limitar el acceso a bebidas con alcohol, tales como subir la edad para poder adquirirlas –actualmente es de 18 años-, prohibir la publicidad y los puntos de acceso. En este último sentido, la diputada Ximena Ossandón presentó una moción que prohíbe a los niños ingresar a la zona del supermercado donde se venden estas bebidas.

En la actualidad, en Chile el consumo de alcohol per cápita es aproximadamente equivalente a una copa de vino al día, lo cual a primera vista no parece ser algo contraproducente, pero en los jóvenes ese consumo y más, se concentra en el fin de semana en pocas horas, con evidente daño a su salud y riesgo para ellos y los demás, dadas las conductas temerarias que surgen en esa condición de abuso.

Creo interesante detallar el caso de Islandia, en donde se prohibió la venta de bebidas con alcohol en 1915, permitiéndose luego la venta de vino y destilados, pero manteniendo la ley seca en cerveza, lo que se prolongó hasta el 1 de marzo de 1989, día desde el cual, evidentemente, se conmemora como el Día de la Cerveza. Luego de mantener la ley seca por décadas, en la actualidad los impuestos son sustancialmente más altos que los observados en el Reino Unido, por lo cual el precio de las bebidas con alcohol es entre un 30% a 50% más alto que en Londres. La comercialización de la mayoría de estas bebidas las realiza una empresa estatal, que atiente solo algunas horas del día y, de hecho, no es inusual en ciudades distintas de la capital que el horario de atención sea de solo 2 horas diarias. Los domingos están cerrados todos los locales. La edad mínima para poder comprar estos productos es de 20 años.

A pesar de estas restricciones, el consumo per cápita de bebidas con alcohol en Islandia creció en 23% entre 2010 y 2016, mientras que en el resto de Europa cayó, en igual periodo, en un 11,5%. El consumo de origen ilegal, contrabando o producción clandestina, se multiplicó por 3 entre las fechas citadas en Islandia.

Una mirada de más largo plazo muestra que desde los años 60 se venía incrementando el consumo de estos productos en este país, lo que fue enfrentado con medidas cada vez más restrictivas, como las señaladas en los párrafos previos, pero la tendencia se mantuvo, lo que finalmente convenció a la autoridad que el camino era otro, poniendo en marcha un programa de trabajo con los jóvenes, principal población en riesgo, en donde se trabaja en conjunto con los colegios, los padres, las municipalidades y el gobierno. Dicho plan es el que se está implementado en Chile bajo el nombre 'Aprende a vivir sin drogas', donde no solo se incluye bebidas con alcohol, sino también drogas. De igual manera, las asociaciones gremiales han impulsado el programa 'En menores, ni una gota', previniendo justamente en la población de mayor riesgo.

Creo que la evidencia muestra que el combate al consumo excesivo en jóvenes es una tarea que ya no puede ser abordada con impuestos y cierres de mercado, ya que la población en riesgo buscará la manera de sortearlas. El camino adecuado es sustancialmente más complejo, pero a la larga será el más efectivo.

Columna de Tomás Flores, Economista Senior de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-

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