Perspectivas de productividad

La productividad se entiende como una manera eficiente de hacer las cosas, donde la suma de pequeñas eficiencias finalmente conlleva a una mayor tasa de crecimiento en el largo plazo. “La productividad no lo es todo, pero en el largo plazo, es casi todo. La capacidad de un país para mejorar su nivel de vida en el tiempo depende casi en su totalidad de su capacidad para aumentar la producción por trabajador“, dice, sin ir más lejos, el connotado economista Paul Krugman.

¿Pero, cómo afecta la productividad a las personas? Tomando datos de la OCDE, al comparar la cantidad de horas que trabajan es posible encontrar diferencias significativas: en México se trabajan en promedio 2.250 horas al año, mientras que en Noruega, 1.400. Al revisar el salario promedio, el de México sólo alcanza los US$ 15.400 al año, mientras el de Noruega, US$ 50.800; es decir, 3,3 veces más. O sea, aunque en México se trabaja 1,6 veces más horas que en Noruega, estos últimos ganan 3,3 veces más. ¿Cómo es esto posible? La respuesta está en la productividad. De hecho, un trabajador en Noruega produce US$ 78 por hora, mientras que en México un trabajador produce sólo US$ 20. Es decir, 3,9 veces menos. Por lo tanto, más productividad ayuda a acceder a mayores salarios, o a jornadas laborales más cortas, o a períodos de vacaciones más largos. Al final de cuenta, a mayor bienestar y calidad de vida.

¿Qué es lo que nos lleva a ser más o menos productivos? Para el caso de Chile -que produce sólo US$ 25 por hora por trabajador y trabaja en promedio 1.950 horas al año-, más allá de factores culturales y características propias de los trabajadores, se tiene que el retraso microeconómico que vivimos es una de las principales causas de nuestra baja productividad. Y es que, según la OCDE, Chile se gana el premio al país con la mayor complejidad regulatoria. Contamos con un excesivo número normas (más de 300.000, entre leyes, decretos legales, decretos con fuerza legal, reglamentos y otras normas administrativas) y un entramado complejo, lo que implica que es difícil concretar proyectos en Chile.

Con todo, existe un claro consenso en que deben tomarse medidas para aumentar la productividad y mucho se ha escrito al respecto. Se ha sugerido atacar diversos flancos, como la innovación, el emprendimiento, capacitación o infraestructura, por sólo mencionar algunas. Pero debemos comenzar a concretar y generar cambios que sean avances en términos de productividad, por muy simples que éstos parezcan. En esa línea, es muy valorable, en el marco de la “agenda de simplificación regulatoria” recientemente anunciada, el proyecto de ley enviado al Congreso, que pretende, según las palabras del ministro de Economía, “acabar con la inflación regulatoria”. Es de esperar que este proyecto llegue a buen puerto, de modo de no quedarnos en la discusión del “qué hacer” para aumentar la productividad, sino que pasar al “cómo” aumentamos la productividad.

Columna de Carolina Grünwald, Economista Senior de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-