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Legislando al son del ultimatum

El Mercurio

Del gobierno anterior heredamos una reforma tributaria que ha sido criticada transversalmente por múltiples expertos, cercanos al actual gobierno y afines a la oposición de hoy. La ciudadanía, asimismo, y a través de los emprendedores que día a día deben lidiar con un sistema muy engorroso y con una carga tributaria abrumadora, han hecho lo propio. No hay dos diagnósticos respecto de la complejidad generada a partir de la Reforma Tributaria del año 2014 y de las inequidades que surgieron a raíz de la misma, no siendo capaz, además, de recaudar ni la mitad de lo que se pretendió. Son muy pocas las voces que hoy defienden la Reforma Tributaria de 2014 y diría que provienen de quienes fueron sus artífices. Por ello, no deja de ser irónico que hoy sean los creadores de esa reforma los que, asesorando a buena parte de la clase política opositora, busquen dar clases sobre cómo debiera ser la reforma tributaria de la administración Piñera la que, paradojalmente, les ha concedido importantes espacios para tales lecciones.

Uno puede entender que el Gobierno busque el diálogo para avanzar con su reforma porque está convencido (y somos varios) que es una herramienta que potenciará el crecimiento para alcanzar el desarrollo. Pero a propósito de esa cruzada, la de los consensos con la oposición política en el Congreso, surgen algunas reflexiones. Por de pronto ¿Cuán representativo es hoy el Congreso de las necesidades de la ciudadanía? Mucho se dice que las personas votaron mayoritariamente por un parlamento opositor al Gobierno y que, por ende, éste debe ser escuchado por el Ejecutivo. En principio, ello es correcto, pero el asunto es si la clase política opositora en el Congreso está realmente conectada con las necesidades de la población pues, si no es así, sucederá que en vez de satisfacer a la ciudadanía se estará complaciendo a un grupo de políticos que más bien representa a sus bases. Recientes estudios muestran que existe una brecha importante al efecto de manera que el Gobierno debiera ponderar bien el espacio que abre. La gran mayoría de los chilenos, de acuerdo a las encuestas, se ubica en el centro político por lo que buena parte de los vociferantes discursos polarizadores no los representan. Si el gobierno se pliega, en mayor o menor medida, a esos discursos podría terminar dándole la espalda a la mayoría de los chilenos, lo que sería un error de proporciones.

Una segunda reflexión dice relación con los límites de la negociación. Estos son necesarios para no desorientar la reforma que se busca aprobar y porque este debate sentará precedentes de cara a las próximas discusiones importantes por venir. Hasta ahora, tales límites se han corrido en la dirección de aumentar la carga impositiva. En efecto y contrariamente a lo que se ha querido instalar, el Ejecutivo no ha sido intransigente y ha estado disponible (tal vez demasiado disponible) a las demandas opositoras. Hace menos de dos semanas, el Ministro de Hacienda entregó a la oposición propuestas concretas que, subiendo impuestos, recogían las demandas de ésta. En menos que canta un gallo, fueron catalogadas de insuficientes. Luego, la oposición sumó nuevas y detalladas peticiones, dando un ultimátum al Gobierno, de 48 horas, para que se pronunciara sobre las mismas; si no, rechazaría la idea de legislar. En otras palabras, “A mi manera o a la calle”. ¡Y surtió efectos! Hoy, nuevamente, estamos al compás de espera. Así, el Ejecutivo, una y otra vez, ha estado dispuesto a que se postergue la votación de la idea de legislar y el tiempo transcurrido solo ha corrido a favor de la oposición que instala su agenda tributaria y critica al Gobierno. Éste, concentrado en formular nuevas propuestas para satisfacer al bloque opositor, ha desaprovechado la oportunidad para defender su propuesta y mostrar cómo ella conecta con las necesidades de las personas. La oposición, que no tiene iniciativa en materia tributaria, ha encontrado en esta estrategia una manera de “contar con tal iniciativa”.

A pocos días de que comience a despejarse esta incertidumbre, me permito algunos deseos: que el Ejecutivo no claudique en su objetivo de potenciar la inversión, el empleo y el crecimiento, ingredientes esenciales para alcanzar el desarrollo integral (y la ciudadanía ha confiado en que el Presidente Piñera puede lograrlo) y que la oposición compruebe, con sus votos en el Congreso, el firme compromiso que declara tener con estos mismos fines. Solo así podremos advertir su real convicción en la materia o cuánta distancia hay entre el dicho y el hecho.

Columna de Natalia González, Subdirectora de Asuntos Jurídicos y Legislativos de Libertad y Desarrollo, publicada hoy en El Mercurio.- 

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