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Regalos de los políticos

La Tercera

Cuando queremos cambiar el auto por uno más nuevo o por otro modelo al que hace tiempo le hemos echado el ojo, sabemos que tenemos que pagar más. A nadie se le ocurre alegar; simplemente apretamos los dientes y de alguna manera nos arreglamos para ahorrar hasta juntar las lucas necesarias para adquirir el flamante vehículo.

Pero cuando se trata de aumentar el gasto en otras cosas, muchas veces nos cuesta más. El caso de la salud es bien típico. Pese a que la mayoría de los afiliados a las ISAPRE saben que los costos de salud han aumentado, igual se rebelan frente a las alzas de precios. Hay una cuestión que tiene que ver con el hecho que la salud es algo de lo que no podemos prescindir y también se resiente el que estas alzas son poco transparentes para los afiliados porque los planes son muy complejos. Pero igual sabemos que las prestaciones que nos financia nuestro seguro de salud tienen un costo más alto, no sólo porque los precios en salud suben en todo el mundo, sino además porque cada vez tenemos acceso a mejor medicina, nos resuelven más problemas y llevamos una mejor calidad de vida. Si aplicáramos la lógica, no podríamos aspirar a seguir pagando lo mismo por nuestro plan de salud.

Hay otra razón por la que nos atrevemos a alegar y oponernos a las alzas de precios en salud: porque nuestros políticos nos apoyan en eso. De todos los colores, muchos de ellos se erigen en defensores de la gente. No hay nada que le guste más a un político que decirle a los votantes que él soluciona los problemas. Pero eso es un engaño, porque el político no consigue que nuestros costos de salud no aumenten, ni tampoco los paga de su bolsillo; no es capaz de hacer eso. Sólo podría llegar a conseguir que ese mayor costo lo pague otro.

Pero como ese otro no es tonto, hará lo posible por evitar pagarlo. En el extremo, si se usa el imperio de la ley para obligarlo (los políticos pueden hacer eso) dejará de hacer las prestaciones y el supuesto beneficiado por la acción del político se verá perjudicado porque tendrá menor oferta disponible.

Si queremos contar con medidores eléctricos inteligentes, mejores que los que tenemos ahora, también hay que pagarlos. Como de nuevo es una materia más compleja, y la mayoría no entendemos el detalle de cómo las tarifas eléctricas incorporan el costo de los medidores, caemos en la ilusión de que tendremos mejores servicios de electricidad, sin pagar por ellos. Y habrá muchos políticos haciendo fila para demostrarnos que ellos nos ahorrarán ese costo. Pero de nuevo no es cierto.

Tampoco es cierto en la educación superior, donde la ley de gratuidad ha significado que las universidades tienen menos recursos y por lo tanto nos dan una educación de peor calidad.

No hay tal cosa como regalos de los políticos. Y si tiene dudas pregunte en Venezuela, o en Argentina.

 

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en La Tercera.- 

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