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Los nuevos inquisidores

El Mercurio

Sectores de la izquierda más ideologizada han entrado en una nueva fase de activismo.

Incapaces de argumentar, dan por cerrado y prohíben el debate público. Luego imponen una supuesta verdad, condenando moralmente, presionando, descalificando a los disidentes y a los escépticos.

El senador Girardi amenazó con querellarse en contra de quienes pongan en duda sus políticas de alimentos. Como si salud y ciencia permitieran verdades inamovibles. Por años el consumo de huevos se estimó dañino. Luego se comprobó que es saludable.

Por décadas se aconsejaban procedimientos y cirugías invasivas, actualmente descartadas o reducidas a un mínimo. Fue una práctica extendida la extracción de las amígdalas, la lobotomía, los elec-troshocks y las mastectomías radicales. La ciencia evoluciona, salvo para los fanáticos.

Con el aborto ha sucedido otro tanto. Quien lo cuestione, incluso entendiendo las causales legisladas, es acusado de no respetar los derechos reproductivos de la mujer. A los establecimientos médicos que se niegan a practicarlo se les pretende sancionar, impidiéndoles contratar prestaciones médicas con el Estado. Mientras hay dudas razonables y delicados aspectos morales de cuándo y cómo dos células se transforman en un ser humano, ellos, carentes de humildad, con prepotencia, pretenden tener la respuesta y repudian a los que no están de acuerdo con sus opiniones.

¡Y qué decir del cambio climático! Es perfectamente posible que así sea, pero quien lo ponga en duda está expuesto a ser tratado de negacionista, fanático, desquiciado. Hay evidencia científica a su favor y en contra. Antes se afirmaba que el planeta se congelaría. Luego se ha instalado el consenso de que la Tierra se está calentando. Como no está claro ni lo uno ni lo otro, se afirma que estamos en una pausa climática, que no hay grandes cambios en la temperatura terráquea en más de una década.

Ahora quien debata o disienta sobre versiones de la izquierda respecto del régimen militar podría ser enjuiciado.

Y los nuevos censores no están solos. Se les suman los populistas y, tímidamente, los políticamente correctos. Unos, temerosos, adversos al conflicto, intimidados por la presión mediática. Otros, por cálculos electorales.

Parecería que la tolerancia está en decadencia. Vuelven a aparecer los monjes inquisidores después de más de quinientos años.

Columna de Hernán Felipe Errázuriz, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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