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Aborto y la visibilidad

 

Aunque en estos últimos días fue el ajuste ministerial el que se tomó la agenda -el que considero responde a ciertos problemas de gestión en áreas puntuales y parece prematuro adentrarse en los alcances tendrán en la evaluación del gobierno-, hay otro tema que promete transformarse en protagonista del debate: la posibilidad de legalizar el aborto libre en Chile.

El rechazo de esta iniciativa ocurrido en Argentina esta semana no nos es ajeno. En nuestro país presenciamos una discusión a veces cargada de pasiones y sentimientos, quizás porque hay convicciones profundas involucradas. Pese a ello, sería conveniente que, sin dejarlas de lado, se pudiese sostener una discusión relativamente civilizada sobre el tema. Hay un par de aportes que me parece van en esa dirección. Uno es del ex senador, Ignacio Walker, y otro de la Investigadora del CEP, Sylvia Eyzaguirre.

El ex Presidente de la DC se declara contrario al aborto libre. En su argumentación es central hacerse cargo de la posición que afirma que la mujer tiene derecho a disponer de su propio cuerpo. Tiene derecho, dice él, pero no si ello implica disponer de otro cuerpo, en este caso del feto que lleva en su vientre y que en su visión es un ser humano en proceso de gestación. Sostiene esta posición pese a que en la reciente discusión acerca del aborto en tres causales votó a favor de las tres, arguyendo razones humanitarias. En el caso del aborto libre, asegura, se trata de elegir entre la libertad de la mujer o la vida del feto y en ese caso él elige la vida. Uno podría preguntarse si su posición es consistente con su voto en el caso de las tres causales.

Sylvia Eyzaguirre, en cambio, se declara a favor del aborto libre y su argumento se construye sobre la creencia que la vida del feto no vale igual que la de un recién nacido y que el establecer un límite de semanas para poder abortar supone que el valor de la vida del feto iría aumentando a medida que éste se desarrolla, hasta un punto en que cierto nivel de desarrollo cambiaría la valoración que tenemos de su vida, reconociéndole derechos que lo protegen de la voluntad de la madre. Relativista podría decir alguien; quizás, pero honesta intelectualmente y respetuosa, cuando más adelante agrega que sabe que su postura es tan válida como la de las personas que rechazan el aborto libre.

En este ambiente de respeto a la argumentación racional me atrevo a introducir otro elemento a la discusión que pretende discernir qué puede estar determinando las diferentes valoraciones que las personas dan a una vida o a otra. Y ello tiene mucho que ver, a mi juicio, con la visibilidad. Siempre me he preguntado por qué en una sociedad como la de EE.UU., con numerosa población religiosa, hay una posición mayoritaria a favor del aborto. Creo que la respuesta es simplemente que no ven ni oyen al feto y no quieren hacerlo.

La visibilidad  también tiene que ver con las decisiones de todo tipo que nuestra sociedad va tomando; con las prioridades que establece a través de políticas públicas, que por ejemplo, favorecen a los estudiantes universitarios en desmedro de niños vulnerables.

¿Y continuarán siempre postergados esos niños? Depende, si es que dramas como los de menores del SENAME se revelan con más frecuencia en los medios de comunicación, con amplia cobertura y dramáticas imágenes, capaz que no.

La discusión sobre el aborto está cargada de convicciones; pero también de percepciones y  sentimientos y éstos no siempre son guiados por la razón.

Favorecer o rechazar el aborto libre no puede zanjarse en forma definitiva con argumentos racionales mientras esté en discusión cuándo comienza la persona humana. En la duda, en lo personal, me inclino por la vida y creo que el Estado debiera ponerse del lado del más débil. ¿Por qué no lo ha hecho en otras latitudes? Sólo la invisibilidad hace posible que una sociedad no se ponga del lado de quién está por nacer, así como tampoco protege a muchos débiles escasamente presentes en nuestra conciencia.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en La Tercera.-

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