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Que el pragmatismo no ahogue la esperanza

El Mercurio

La oposición presente en el parlamento ha logrado que el Gobierno responda en parte a su agenda. Así, un gobierno cuyos simpatizantes valoran la responsabilidad de los ciudadanos en la construcción de sus destinos, se mide por la vara contraria, de quienes creen que las leyes bastan para resolver los problemas del país. Lo paradójico es que, si hay leyes urgentes que dictar, estas son las que corrijan los textos mal concebidos y con serios defectos técnicos aprobadas por el Gobierno anterior. Sin embargo, se ha instalado la idea que éstas son intocables y el Ejecutivo da la impresión, a ratos, de aceptarlo. Esta influencia sobre la agenda, a veces es más sutil y combina aspectos económicos con temas valóricos, para muchos fundamentales. Por ejemplo, el Gobierno anterior aprobó la ley de aborto en tres causales y luego transformó la discusión. Hoy ya no se trata ya de no penalizar a un ciudadano que decida voluntariamente interrumpir la vida de otro que aún no nace sino que, además, todos los ciudadanos, aun quienes creen que ello no es moral ni legítimo, deben financiar esa decisión y, en el extremo, en algunos casos están obligados a ejecutarla.

Es comprensible que ante una actitud opositora intransigente y sin mayoría parlamentaria, el Gobierno sea pragmático. Después de todo, debe enfrentarse no sólo a que sus propuestas no sean analizadas ni menos aprobadas, sino que además, a la guerrilla política de acusaciones constitucionales a sus ministros. Pero la autoridad debe considerar que ello tiene importantes efectos en el largo plazo ya que con el tiempo se valida la postura que los opositores logran poner en primer plano, y más grave aún, afecta las expectativas y esperanzas de quienes ven en este Gobierno la oportunidad de detener el deterioro al que Chile fue empujado los últimos años.

Los votantes veían con temor que la senda de progreso se desvanecía e intuían que ello se debía a una visión ideológica inadecuada y a una interpretación errónea de la realidad y los datos con que se la mide. Hoy también observan que esto se plasmó en cambios jurídicos mal concebidos y peor ejecutados, que tendrán un efecto enorme para el país. Costo que, por lo demás, recién se comienza a insinuar. La esperanza está en un Gobierno que, con energía y seguridad, llamando las cosas por su nombre y sin complejos, revierta el deterioro. Si los ciudadanos ven que en parte se sigue el ritmo de la agenda opositora, se corre el riesgo del desconcierto. Sin las expectativas en alto, será más difícil para la autoridad retomar con la intensidad necesaria su agenda de progreso.

Las cifras y proyecciones recientes no garantizan que el país recuperará por sí solo un crecimiento alto y sostenido. El último IPoM del Banco Central eleva la proyección al rango de  crecimiento para este año de 3,0%-4,0% a 3,25%-4,0%. La inversión proyectada se corrigió de 3,6% a 4,5% este año y de 4,4% a 4,5% el 2019. Para algunos, estas cifras podrían ser satisfactorias al compararlas con el crecimiento promedio de 1,7% del gobierno anterior y la caída de la inversión por cuatro años consecutivos. Pero precisamente, ese pobre desempeño pasado es el que nos debiera advertir que la recuperación inicial tiene que ser muy vigorosa si esperamos que el avance en bienestar para el largo plazo se acerque al 5%. El IMACEC de mayo de 4,9% no nos debe inducir a error. Los crecimientos de la inversión apenas superiores al 4%, tras una caída sistemática por cuatro años, no vaticinan un progreso acelerado al ritmo que la población requiere. Seguramente la autoridad lo entiende así, pero sus partidarios deben percibir que está dispuesta a actuar en la forma requerida. La economía global puede darle a Chile algo de viento de cola, pero no será suficiente si el país no hace su parte. Siempre pueden ocurrir hechos inesperados que complejicen la tarea. Los efectos de las tasas más altas del FED han depreciado las monedas emergentes, incluso la chilena. Malas decisiones del nuevo gobierno en México pueden poner más selectivos a los inversionistas. Los conflictos comerciales generados por Trump pueden culminar con acuerdos o escalar aceleradamente. Todavía sus efectos directos son pequeños, por ejemplo, los aranceles vigentes a productos chinos afectan menos del 2% de las importaciones americanas, pero los efectos indirectos empiezan a tomar fuerza en la medida que las compañías en el mundo ven con dudas cómo mantendrán sus cadenas de producción construidas por años.

En Chile, la causa de fondo del deterioro está en una visión ideológica equivocada y en la interpretación inadecuada de los datos que la justifican. Es falso que el crecimiento acelerado que se vivió en Chile no benefició a las grandes mayorías. Son ellas las que mejoraron su bienestar material y condiciones de vida con el progreso. Lo que permitió el avance fue la creatividad de emprendedores y no la burocracia, que cada vez pide más recursos y no resuelve los problemas. Si no se defiende con claridad esta realidad, difícilmente se volverán a desatar esas fuerzas de avance en el país.

Muchos justifican sus deseos de más burocracia y control estatal con datos supuestos que contradecirían el evidente avance. Por ejemplo, un informe reciente de Naciones Unidas indica que EE.UU. tiene un nivel de pobreza juvenil de 20%, el más alto de la OCDE, incluso sobre México. ¿Cómo se explica entonces el intento de los jóvenes mexicanos por buscar horizontes en el país del norte, arriesgando incluso ser detenidos?

La explicación es que esas cifras no hablan de pobreza absoluta sino relativa al alto nivel medio americano. Con los mismos datos se pueden ver realidades muy dispares. El quintil más alto de ingresos recibe 26 veces que el más bajo sin el efecto impuestos ni subsidios. Si corregimos por impuestos y subsidios la relación baja a sólo 3 veces. El primer caso lleva a muchos a pedir más impuestos y subsidios, pero el cuadro completo lo vuelve poco razonable, ya que al final familias que generan un 250% más que otras, terminan con el mismo ingreso. Así, los incentivos a trabajar se destruyen y el progreso se detiene.

Es el esfuerzo y creatividad de los chilenos lo que nos permitirá avanzar y no las leyes de burócratas. Es la creatividad de la economía americana la que ha creado productos y bienestar inimaginables.

Los que pusieron en este Gobierno sus esperanzas, lo quisieran ver actuando o intentando actuar bajo ese prisma.

La educación tiene costos, requiere esfuerzos y no es gratuita, alguien debe solventarla. Es posible considerar becas tan amplias como se desee y se pueda financiar, pero las leyes hoy vigentes son incompatibles con un sector educacional vigoroso y creativo en todos los niveles educativos.

Las leyes tributarias actuales, en parte inspiradas en la situación de países desesperados por recaudar y que ya perdieron las esperanzas de crecer más, están ahogando el progreso con sus trámites y sus tasas. Ni siquiera lograron recaudar más al frenar el crecimiento. El aumento de recaudación por impuesto a la renta, descontando el efecto de la minería, fue menos de la mitad durante el gobierno pasado que en los anteriores.

El Gobierno no tiene el respaldo parlamentario para lograr hoy los cambios requeridos. Pero ello no significa que no lo exprese y no lo intente en base a sus facultades. Acomodarse a la agenda opositora ahogará las esperanzas de quienes lo respaldaron.

Columna de Hernán Büchi, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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