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BACHELET: EL DESASTRE DEL NORTE, LA VIRTUD O LA MALA FORTUNA

Tele13

A continuación reproducimos la columna de Jorge Ramírez, Coordinador del Programa Sociedad y Política, publicada en el blog de T13.cl:

En su clásica analítica del poder político, El Príncipe, Nicolás Maquiavelo señalaba que los gobernantes deben siempre lidiar en el ejercicio del poder político con la diosa fortuna, la cual definía como: "un río violento, que cuando se sale de madre, inunda los campos, arranca de cuajo los árboles, derriba y se lleva los edificios, transporta las tierras de un lugar a otro, y nadie se atreve ni puede oponerse a su furor". Sin embargo, frente a los azotes de la mala fortuna, un buen gobernante, señalaba el florentino, también debiera ser capaz de construir diques que permitan de algún modo precaver nuevas inundaciones y estragos; aquello sería parte de su virtud.

Una vez más las máximas de Maquiavelo resultan aplicables a las dinámicas contingentes del accionar político y gubernamental. Nadie podría negar el hecho de que el desastre natural del norte constituye parte del ámbito de los designios de la mala fortuna que deben enfrentar los gobernantes, de hecho, el calce de su definición con el episodio contingente no podría ser más ilustrativo. Pero la reflexión de Maquiavelo excede el plano especulativo, puesto que la propia ONU define un desastre natural como una ecuación, en la cual, existen elementos de riesgo y vulnerabilidad que sí se pueden controlar a través de mecanismos institucionales y regulaciones, por ejemplo, el construir o no en zonas de riesgos, mientras que por el otro lado de la fórmula está  la amenaza, el desastre mismo -en este caso el desborde del río y alud- que se presenta como un factor constante, no sujeto al control de la autoridad.

Entonces, corresponde emitir un juicio político respecto de lo que frente a las circunstancias extraordinarias puede realizar un gobernante. ¿Ha construido Bachelet "diques" que permitan bajo el uso de la razón prospectiva, pero basada también en su traumática experiencia del 27F, contener de algún modo los designios de la mala fortuna representada en el alud del norte? Los hechos parecieran indicar que no. La precariedad institucional de organismos como la ONEMI, sumado a la falta de protocolos claros, la ausencia de mecanismos de alerta temprana, algunos problemas de coordinación con las autoridades locales y la desastrosa frase de la "auto evacuación", son hechos que hablan por sí solos al respecto. El manejo político de la contingencia no parece ser el más virtuoso.

Entonces al Gobierno literalmente le llueve sobre mojado. En medio de otra tempestad como el caso Caval y la arista SQM, donde el capital de credibilidad y confianza de la Presidenta se ha visto deteriorado, los designios de la mala fortuna, incluso le impiden dar un golpe de timón a la Presidenta, como bien podría ser la remoción de su criticado Ministro del Interior Rodrigo Pañalillo dado su errático manejo político frente a los mencionados episodios. ¿O es que acaso sería pertinente remover el Ministro del Interior en plena contingencia de catástrofe? Por supuesto que no.

De este modo, el campo de maniobra y acción de Bachelet sólo se reduce a esperar que el desastre natural del norte y la tormenta política pasen, para después evaluar si la mala fortuna definitivamente ha dejado huellas irreparables en los cimientos del Gobierno.

 

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