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Te Dije

La Tercera

Un amigo afirma que la impronta de la esposa chilena se define por las dos palabras que dan el título a esta columna. Te dije, esa breve frase, expresada de manera rotunda, que devela esa compleja mezcla de cariño, reproche y sensación de superioridad con que nuestras esposas nos regalan luego que hemos cometido un error sobre el que ellas nos habían advertido de antemano.

Libertad y Desarrollo, la institución que me toca dirigir, tiene una marcada vocación de esposa chilena. Sus prescripciones son sensatas, realistas, veraces, mas allá de lo que nuestros interlocutores quisieran muchas veces escuchar. Decimos cosas como que para crecer tenemos que trabajar más y necesitamos ahorrar. Verdades como que si aumentan los impuestos a las empresas habrá menos inversión, como que la gratuidad es una ilusión, o a lo más una exacción; porque cuando tiene un costo producir algún bien o servicio alguien tiene que pagar ese costo.

Al contemplar la reacción de aquellas Universidades que adscribieron a la gratuidad en la educación superior y ahora se percatan que cuentan con menos recursos para desarrollar sus actividades docentes y de investigación sólo nos cabe decir: te dije.

Los alumnos de la Escuela de Derecho de la Universidad Diego Portales se han tomado las dependencias de su Facultad. Ellos, que me atrevo a decir en su mayoría apoyaron entusiastamente la política de gratuidad en la educación superior impulsada por el gobierno de Michelle Bachelet, protestan porque esa unidad académica despidió a varios profesores, entre ellos algunos que a su juicio tienen una destacada trayectoria académica.

La Universidad Alberto Hurtado, por su parte, entre cuyos fundadores hay personas muy queridas para mí, ha manifestado que la aplicación de la gratuidad les está implicando una importante merma de recursos pues hay una brecha entre lo que dejan de recibir por el no pago y el aporte que el gobierno les hace. Pero la adscripción a la gratuidad fue voluntaria y los rectores debieron saber desde un principio que la fijación de aranceles contemplada por el proyecto tenía ese riesgo. Hoy día el Rector de la Universidad Alberto Hurtado dice que ese tema no se discutió, pero lo cierto es que sí se discutió. Quizás él no lo tomó en cuenta, pero Libertad y Desarrollo y otras instituciones, entre las que recuerdo Acción Educar, lo advirtieron.

La brecha de recursos se produce en parte por el caso de alumnos que exceden el tiempo de duración de las carreras, para los cuales el gobierno financiará sólo una fracción del arancel. Lo contrario sería subsidiar a estudiantes eternos. Este efecto provocaría una brecha que los rectores han calculado en 26.000 millones de pesos.

El costo de la gratuidad para las universidades no es sólo económico sino que en el fondo renunciaron a parte de su soberanía. La ley de gratuidad interviene activamente incluso en el tipo de gobierno corporativo que pueden darse las universidades, lo que fue ampliamente criticado y rechazado por aquellos planteles que en definitiva decidieron no adscribir a la gratuidad. La prensa publicó en su oportunidad incluso los montos del déficit que se calculaba se iba a producir en distintas universidades por aplicación de la gratuidad.

Si los rectores que hoy día se quejan pensaron que el lobby les permitiría recuperar esos recursos, quiere decir que jugaron mal sus cartas.

La gratuidad, en su lógica totalizante, se concibió por parte del gobierno de Bachelet como la única alternativa para aquellos alumnos que tuviesen dificultad para financiar sus estudios. La demonización del CAE impidió ver el tema en forma sistémica, pues por supuesto la gratuidad no es la única alternativa de financiamiento y un sistema de créditos y becas bien concebido es en definitiva una mejor solución, o al menos debiera ser compatible como alternativa a la gratuidad. Cuando se llegue a la gratuidad para el 70%, la brecha será aún más grande. Entre las soluciones que se han planteado está eliminar la fijación de aranceles de los deciles no beneficiados con la gratuidad.

En definitiva, la gratuidad está empezando a mostrar su peor cara: aquella que muchos en su voluntarismo no quisieron ver. Si es gratis, es de peor calidad.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en La Tercera.-

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