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El umbral de Eyzaguirre

El Libero

Un IMACEC de 3,9 % en enero —favorecido por una baja base de comparación dada la huelga de La Escondida en enero de 2017— hizo caer las débiles barreras que el ministro de Hacienda Nicolás Eyzaguirre tiene contra la sobrevaloración y alta autoestima. “Hemos dado completamente vuelta el ciclo”, señaló exultante, pretendiendo hacernos creer que un dato puntual —nada del otro mundo, por lo demás— es capaz de borrar la paupérrima gestión económica del gobierno de Michelle Bachelet, que terminando su período se anota claramente como la peor administración económica de Chile desde la Unidad Popular.

Una tasa de crecimiento promedio que apenas llegaría al 1,8% anual, algo más que la tasa de crecimiento de la población, que se empina un poco sobre el 1%. Eso significa que el ingreso per cápita del país permanece prácticamente estancado durante todo el período; son cuatro años perdidos para los chilenos. En cada uno de esos cuatro años de gobierno de Michelle Bachelet el crecimiento de Chile fue notoriamente inferior (cerca de la mitad) al de la economía mundial, así como también a la variación del PIB de nuestros socios comerciales. Esto desmiente la pretensión de Eyzaguirre y otros economistas y políticos afines al gobierno de echarle la culpa al contexto internacional por el pobre rendimiento de la economía chilena. ¡La economía mundial vivió un ciclo expansivo durante todo el período!

La única variable externa que nos perjudicó fue el precio del cobre, pero hay que decir que éste ya no es el sueldo de Chile, pues menos del 5% del presupuesto fiscal proviene hoy día de esa fuente. Por lo demás, la baja en el precio del petróleo durante el período jugó en la dirección contraria, pues nos favoreció ampliamente. La pérdida de dinamismo de la economía chilena no está explicada solamente por la caída del precio del cobre y la inversión minera, sino que fue generalizada. De hecho, si uno descompone el IMACEC, se da cuenta de que si bien la caída del IMACEC minero es más pronunciada que en el resto de los sectores productivos, el índice no minero crece apenas un 2,1%.

Pero no es sólo el crecimiento el que se ve deteriorado durante la administración  de Bachelet. El manejo fiscal, que era uno de los activos de Eyzaguirre en su anterior paso por el Ministerio de Hacienda durante el gobierno de Ricardo Lagos, deja de ser un atributo de nuestra política económica. El balance fiscal efectivo empeora desde un -0,6% el año 2013 a un -2,8% del PIB en 2017. Hasta el balance estructural habría llegado a -1,7% el año pasado, sin cumplir con la meta autoimpuesta por este gobierno en relación al déficit cíclicamente ajustado. Como consecuencia de ello, la deuda pública ha crecido con fuerza y si bien aún no es alta en términos comparativos, se empinó desde valores cercanos al 12% del PIB a un proyectado 24% del PIB para 2017.

Aunque aún no tenemos cifras de la encuesta CASEN que nos permitan evaluar la evolución de la desigualdad durante el período, los datos de pobreza del Banco Mundial indican que ésta aumentó (cerca de 75.000 personas adicionales), lo que era predecible, ya que los deciles más pobres han tenido menos integrantes del hogar con empleo. La generación de empleos en el sector privado es cercana a cero (de hecho, el número de personas que ofician de conductores de Uber da cuenta de casi la totalidad de ellos). El resto fueron empleos públicos, más de 100 mil el último año, según las cifras del INE. Estos empleos públicos, de dudosa productividad, no favorecieron por cierto a los chilenos más pobres.

En síntesis, han sido cuatro años perdidos para la economía chilena, donde el ingreso per cápita ha permanecido prácticamente estancado y las condiciones para emprender y crear riqueza se han deteriorado fuertemente. Es grande la tarea que le queda al gobierno de Sebastián Piñera.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-

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