DESACELERACIÓN: ¿DE MENOS A MÁS?

REPRODUCIMOS LA COLUMNA DE FRANCISCO KLAPP, INVESTIGADOR DEL PROGRAMA ECONÓMICO DE LYD, PUBLICADA EN EL MOSTRADOR MERCADOS.

La reciente publicación de los datos del Producto Interno Bruto para el segundo trimestre no hacen más que confirmar lo que ya sabíamos, la economía se ha desacelerado muchísimo más de lo que cualquiera habría anticipado a mediados de 2013, especialmente en lo que a demanda interna se refiere. De hecho, el desplome en la inversión  -que ya va por su cuarto trimestre de crecimiento negativo en 12 meses-  es sólo comparable en magnitud con dos episodios en los últimos 30 años: la Crisis Asiática y la Crisis Subprime. Aunque con dos importante salvedades.

La primera es que esta caída de la inversión, si bien mucho más pronunciada que cualquier ciclo normal, es algo más moderada que aquella experimentada en los momentos más álgidos de los referidos episodios. El actual retroceso se explica principalmente  –al menos por ahora- por la menor inversión en maquinarias y equipos, con un sector construcción que –por ahora-  no se ha derrumbado (aunque sí moderado).

En tanto,  la segunda y más importante diferencia es que las condiciones externas en ambos episodios recesivos fueron muchísimo más hostiles para con nuestro país que las que actualmente experimentamos. Así, si bien es innegable que los términos de intercambios han empeorado (relación entre el precio de nuestras exportaciones e importaciones) y que ha habido una tendencia de los flujos a moverse desde los emergentes hacia un mundo desarrollado que de a poco vuelve a crecer, esto no es suficiente como para explicar una caída de esta magnitud.

El crecimiento esperado, así como la inversión, en los países vecinos de la región también ha sido corregido a la baja, lo que resulta coherente con las peores condicionespara los emergentes exportadores de commodities, pero en ningún caso -salvo Venezuela-  la desaceleración es tan pronunciada como en nuestra economía. Por lo que, sin ser demasiado aventurado, es razonable suponer –como muchos otros analistas ya han hecho- que algo al interior del país está empeorando la situación. Después de todo, resulta bastante ingenuo pensar que proponer cambios radicales e inciertos en materias laborales, educativas e incluso constitucionales, aparejadas de un alza de impuestos corporativos de 7 puntos, no afectaría -al menos transitoriamente- al desarrollo de nuevos proyectos y emprendimientos.

Otorgando el beneficio de la duda, y así ha querido hacerlo ver el Ministerio de Hacienda, bastaría con despejar la incertidumbre -acelerando las múltiples iniciativas legislativas-,  acompañado de un potente impulso fiscal y monetario para que la situación se revirtiera.

Sin embargo, el problema más allá de que las políticas contracíclicas  -especialmente las monetarias- suelen  tomar más tiempo en afectar el dinamismo real de lo que se nos dice desde Hacienda. Si la incertidumbre se despeja para mal, como sucedió con la reforma tributaria, el nuevo crecimiento sostenible o potencial de la economía puede terminar muy por debajo del 4,5-5,0%  que se suele asumir. En ese contexto, la eficacia de las políticas expansivas sería más bien limitada, pues no sé trataría de un gran desvío temporal de la tendencia, sino de una nueva y más lenta senda de expansión (en jerga de Banquero Central: ya no tendríamos una gran brecha de producto que solucionar).

A la larga es probable que la economía vaya  “de menos a más”, pero siendo el “más” bastante más pobre de lo que pudo haber sido, con los nefastos efectos que un par de puntos menos de crecimiento tienen, al componerse durante años, en la calidad de vida de las personas.