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LA HORA DE LOS TALIBANES

El Mercurio

A continuación reproducimos la columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de LyD, publicada en El Mercurio:

Las elecciones primarias y el voto voluntario tienen cosas muy positivas, y ya la centroderecha empieza a experimentarlas en estos días. Se discuten ideas, elevando el nivel del debate y se motiva a la gente que se moviliza por uno u otro candidato.

En un Simposio organizado por centros de estudios del sector, pudimos ver algo de eso. Excelentes presentaciones de Andrés Allamand y Laurence Golborne que entusiasmaron a sus partidarios en un ambiente de mucho respeto y camaradería y también el llamado del Presidente Piñera a convocar a los votantes con las ideas de la centroderecha, en un muy buen discurso que, por alguna razón, hay quienes no consiguen apreciar.

Pero este nuevo escenario tiene también sus problemas. Como el elector objetivo no es sólo el indeciso, sino también el que piensa como el candidato pero no está decidido a ir a votar por él, ya no es tan cierto que los mensajes deben ser siempre moderados y dirigirse al votante medio. Como lo ha señalado acertadamente Gonzalo Cordero, lo más importante no será ya no provocar rechazo, sino motivar a los electores con una buena razón para ir a votar. Esto polarizará más las elecciones porque los mensajes se dirigirán muchas veces a los propios feligreses.

Y respecto a la unidad, bueno, la discusión de ideas puede generar también pasiones. Por ejemplo en los llamados temas valóricos (que no debieran limitarse a lo que un conferencista relacionaba con botones que se abren o se cierran), tradicionalmente han existido diferencias entre conservadores y liberales en la derecha.

Algunos piensan, dada su importancia para la sociedad, que es tarea del Estado y de la ley, por lo tanto, procurar que las personas vivan una vida bella y buena. Otros creemos que aunque la vida buena y bella es deseable para una sociedad, es difícil ponerse de acuerdo en qué consiste, por lo tanto es mejor que el Estado quede afuera de esa decisión, que estaría entonces radicada en el ámbito de las libertades personales.

Es una discusión importante, trascendente, pero donde obviamente caben posiciones diferentes entre gentes muy razonables y bien intencionadas, que pueden tener una preferencia política similar. Muchas veces puede haber razones prácticas. Por ejemplo, frente a la constatación de que en el mundo moderno generalmente las políticas sobre esta materia que impulsará el Estado serán las de la agenda “progresista”, vale decir prescripciones acerca de qué comer o tomar, pero no respecto a conductas sexuales, un conservador podría reconsiderar su posición.

En fin, es un debate donde no cabe señalar con el dedo o acusar; lo que procede es argumentar, escuchar, explicar. Hecho con altura de miras el debate nos puede llevar a Aristóteles y a los sofistas, sin ella, corre el riesgo de parecerse a la peor pelea de barrio.

Porque como comentábamos antes, dada la dinámica de las primarias y el voto voluntario, suele aparecer la tentación del talibán: presionar, tironear, acorralar. Y ésta puede venir de  conservadores o de progresistas.

Y aquí es donde verdaderamente se probará la calidad del liderazgo de los candidatos. Cómo contestar las preguntas, sin ser ambiguo en las posiciones personales, demostrando convicción, pero admitiendo la capacidad de divergencia. Cómo resaltar las virtudes propias sin denostar al competidor. Serán esas, capacidades apreciadas por los electores, pues al fin de cuentas el 30 de junio uno solo de los candidatos quedará en carrera y los partidarios del otro deberán volcar su apoyo hacia él para ganar la elección.

Los candidatos tienen responsabilidad, pero también los partidos políticos y sus directivas las tienen. Diferencias habrá siempre entre seres inteligentes, incluso entre quienes comparten objetivos y hasta proyectos de vida. Será inevitable que aparezcan divergencias, que se debatan incluso con pasión. Pero sería imperdonable que quienes tienen la responsabilidad política de lograr la unidad del sector enarbolen en estos tiempos las banderas de la intolerancia.

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