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José Francisco García en La Tercera: «Revolución traicionada»

 

Jose-F-GarcíaEl escándalo conocido como “nueragate” -siendo sus protagonistas el hijo de la Presidenta Bachelet y su mujer-, cuya fisonomía tiene algún resabio de los “Pinocheques” (afortunadamente sin un dictador haciendo un ejercicio de enlace para proteger al hijo, aunque con un silencio poco republicano por parte de la Primera Mandataria), demuestra una vez más que la revolución prometida por la Nueva Mayoría será siempre traicionada por la letra chica de su programa. Esto no se aplica a su elite, pues ellos tienen privilegios.

Los intelectuales de izquierda, desde fines de los 90 y de forma orgánica desde el 2011 -cuando los líderes estudiantiles se divertían jugando una y otra vez con los egos de aquellos que en lucha fratricida buscaban ganar desesperadamente su afecto-, vienen planteando una nueva versión de la doctrina del pueblo elegido. Se trata de una formulación antigua que surge de la forma tribal de vida social (asignar importancia suprema a la tribu, sin la cual el individuo no significa nada en absoluto) y de una promesa redentora. Paradigmas actuales los encontramos en el programa de gobierno (las tablas de la ley) y la imagen “cristológica” de Bachelet, como certeramente ha descrito un icónico Alberto Mayol.

El “nueragate” nos recuerda que la tan prometida batalla contra los poderosos de siempre, el privilegio, el abuso y el lucro, puede ser llevada a cabo cómodamente desde un Lexus descapotable, haciéndose “una pasada” de $ 2.500 millones, y teniendo como ejecutivo de cuenta nada menos que al vicepresidente del banco. La Superintendencia de Bancos, en la opinión legal más rápida y contundente de su historia, descartó cualquier posible irregularidad. En fin, una operación a la mano de cualquier chileno: inclusiva.

Y cómo olvidar que antes de este caso tuvimos la reforma educacional. ¿Qué dice la letra chica de la reforma? No se aplicará a los colegios en los cuales mayoritariamente tienen a sus hijos los intelectuales y dirigentes políticos de izquierda que lideraron la reforma. Dichos niños no serán parte del experimento educacional. Desde el primer momento, la elite de izquierda protegió esos patines -con propulsión a chorro-, bajando eso sí de sus patines, en aras de la igualdad cósmica, a los hijos de la clase media chilena, aquellos de “familias seducidas por ofertas de colegios inglés que sólo tienen el nombre en inglés y que por $ 17 mil le ofrecen al niño que posiblemente el color promedio del pelo va a ser un poquito más claro”. Incapaces de tomar decisiones racionales respecto de la educación de sus hijos al llevarlos a establecimientos particulares subvencionados, dichos apoderados debieron ser sacados de su error, reeducados por el Estado mediante las enseñanzas de Sofía.

Como sostiene Octavio Paz, la fe revolucionaria se parece a la religiosa: no importando los horrores que cause, las convicciones de los fieles no variarán. Pero hay esperanza: una mayoría que crea más en sí misma que en los experimentos racionalistas de la elite de izquierda con sus vidas.

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