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IMPUESTO A LOS COMBUSTIBLES: POR QUÉ NO HAY QUE ELIMINARLO

En relación a la idea de eliminar o reducir el impuesto a los combustibles, como una forma de aliviar el bolsillo a la clase media, Libertad y Desarrollo considera que no es una buena idea, por varias razones. Primero, el impuesto a los combustibles cumple en forma muy razonable los criterios de eficiencia y equidad, necesarios para juzgar la calidad de un impuesto. En términos de eficiencia, es un impuesto de fácil recaudación, muy difícil de evadir, y que además, y muy importante, representa un cobro por las dos externalidades negativas que genera el transporte vehicular. La primera, la contaminación, y la segunda la congestión. Ambas externalidades se agravarían de no existir este impuesto, por lo que existe una clara justificación económica para su existencia. Además, es pagado en una gran proporción por los dueños de vehículos particulares, por lo que no puede decirse que sea regresivo.

Adicionalmente debe señalarse que este impuesto es una fuente muy importante de recursos fiscales, que en el año 2010 recaudó cerca de US$ 2000 millones, por lo que su eliminación generaría un problema no menor de sostenibilidad fiscal. Es importante considerar por último  que no es efectivo que se recaude más cuando suben los precios de los combustibles, porque no es un impuesto ad-valorem, como el IVA, sino un impuesto fijo por volumen de combustible.

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