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LA OTRA TRANSICIÓN

A continuación reproducimos la columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de LyD, publicada en El Mercurio:

Cuando Patricio Aylwin terminó su período presidencial algunos se aventuraron a marcar el fin de la transición a la democracia en nuestro país. Luego, terminado el mandato de Ricardo Lagos, otros afirmaron que ahí sí culminaba la transición: un presidente socialista que demostraba que la izquierda podía gobernar en Chile con completa normalidad.

Una tercera teoría afirmó, después, que la verdadera prueba era que la derecha pudiera gobernar con impecables credenciales democráticas, y eso es precisamente lo que ha hecho Sebastián Piñera.

Más que abonar cualquiera de estas tesis, lo que parece relevante hoy día es mirar al futuro y en ese afán nos parece que empieza a configurarse en la política chilena una segunda transición: la transición generacional de los liderazgos.

Las elites políticas chilenas han sido extraordinariamente renuentes a la renovación de los liderazgos. Las figuras emergentes son eternamente postergadas, cuando no derechamente defenestradas; contribuyendo ello a crear el cuadro de un enorme desprestigio de la actividad política en nuestro país, donde pareciera que las parcelas de poder se defienden con fiereza y no con las mejores armas.

La Concertación es una prueba viva de este estado de las cosas. No ha sido capaz de hacer primarias parlamentarias.

Además, dice mal de la renovación de liderazgos en ese sector que sus últimos dos candidatos presidenciales terminen siendo ex Presidentes de la República. La agrupación en torno a personas que más que destacar por sus ideas o proyectos, lo hacen por su popularidad, que resiste graves imputaciones, nos evoca el tradicional estilo de los caudillos latinoamericanos que tanto daño han hecho a sus pueblos y no abriga muchas esperanzas acerca de lo que pueden ofrecerle al país.

Así las cosas, lo que parece verdaderamente interesante en la Concertación es apreciar las figuras que se proyectan para el futuro. Es valioso lo que ha hecho Andrés Velasco, quien ha tenido la valentía de marcar con toda claridad las diferencias que le separan de los comunistas y opciones de izquierda radical, así como también las que lo ponen en las antípodas de caudillos populistas que con sus malas prácticas conciben la política desde el clientelismo.

Claudio Orrego tiene también la opción de perfilar una alternativa socialcristiana dentro de la Concertación que debiera tener apoyo dada la tendencia mayoritaria hacia el centro del electorado, opción que se ha visto frustrada por la tibieza que muestra para diferenciarse del Partido Comunista y la poca preparación en temas económicos que lo lleva a caer frecuentemente en consignas populistas y de escasa conexión con la realidad. Está por verse el rol que jugará Marco Enríquez Ominami en el futuro del mundo de la izquierda y otras figuras como Carolina Tohá o algunos de los líderes del movimiento estudiantil.

¿Y qué pasa en la centroderecha? Bueno, Allamand y Longueira, sin ser precisamente nuevos en la política, han ocupado posiciones de gobierno sólo en los últimos años y lo que es interesante parecen haber consolidado fuertes liderazgos internos en sus partidos. ¿Son éstos proyectables a nivel nacional? ¿Demuestran la intención de renovar la política?

Eso está por verse.

Mientras Allamand exhibe interesantes avances en materia de institucionalidad partidaria, logrando alinear a su partido en torno a elecciones primarias e incorporando a figuras nuevas a través de Evopoli, Longueira ha aglutinado a su partido tras de sí y demostrando su influencia ha rediseñado la lista senatorial de acuerdo a los intereses del partido más que a los de los eventuales candidatos. Si bien con ello persiste un estilo de designación desde arriba de candidatos que no va con lo que se requiere para el futuro, debe reconocerse que se la ha jugado por figuras jóvenes.

Pero lo más relevante en el sector es si los nuevos liderazgos tomarán el camino fácil del populismo o se la jugarán por ofrecer nuevas soluciones al interesante momento que vive Chile. Un proyecto propio será la prueba final del liderazgo en la centroderecha.

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