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¿Se acaba la incertidumbre?

El Mercurio

Existe bastante consenso sobre que la incertidumbre que se ha instalado en nuestro país luego de octubre de 2019 en buena medida es atribuible a la discusión constitucional. Si bien se supone que esta discusión se cierra a partir del plebiscito de ayer, la incertidumbre no desaparecerá. Probablemente se acote, pero difícilmente volveremos a los niveles de certeza que teníamos años atrás. Ello, al menos, por tres razones.
La principal es que el resultado que implica mantener la Constitución vigente implica quedar expuestos a los bajísimos quorum que contempla para su modificación.
Segundo, porque sabemos que a una buena parte de quienes votaron por mantener el texto vigente tampoco les gusta y, en consecuencia, la pulsión política para abrir un nuevo proceso o para impulsar reformas a ella en el Congreso será algo que seguirá latente.
Tercero, porque se mantiene con todas sus imperfecciones nuestro actual sistema político, que en forma transversal se ha reconocido ha llevado a la fragmentación de las fuerzas políticas representadas en el Congreso, sin incentivos a la colaboración entre ellas ni con el gobierno de turno, lo que hace difícil los avances sustantivos en reformas que requiere el país para poder salir del estancamiento.
Frente a la triple crisis que el país enfrenta —económica, política y de seguridad—, en los próximos días serán clave las señales que se puedan extraer de los discursos provenientes tanto de los sectores de la opción A favor como del En contra, para entender cómo viviremos con el disenso constitucional instalado en nuestro país. Pero hay un largo listado de temas no constitucionales que se deben abordar, tanto a nivel legislativo como de voluntad y convicción política.
Dejando atrás la discusión constitucional, al menos por unos meses, los ojos estarán puestos en las reformas a discutirse en el Congreso. El programa de este Gobierno, apartado del sentido común de los chilenos, difícilmente recobre fuerzas después de este resultado. Más bien, despejada la distracción constitucional, se hará más aguda la percepción de que el Gobierno carece de una hoja de ruta programática que nos pueda llevar de vuelta a la senda de la recuperación del progreso que tanto se requiere.
Cuando se revisan los elementos principales de la agenda de prioridades de los chilenos, se constata una clara alineación entre esas prioridades e intuiciones tradicionalmente representadas por las fuerzas políticas hoy en la oposición. Resulta lógico suponer que estas fuerzas, en su rol de una oposición responsable, no abandonarán dichas posiciones. Corresponde al Gobierno dar señales de realismo y flexibilidad respecto de sus aspiraciones ideológico-programáticas.

 

Columna de Bettina Horst, Directora Ejecutiva, publicada en El Mercurio.-

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