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LA ECONOMÍA POST-PLEBISCITO

Diario Financiero

El amplio triunfo de la opción Rechazo en el plebiscito trajo algo de calma a nuestra economía alentando el precio de las acciones y estabilizando el valor del dólar, dando así un descanso a nuestra moneda golpeada por la incertidumbre creada por la Constitución elaborado por la Convención.

Los chilenos hemos podido respirar más tranquilos porque al menos Chilezuela ya no fue: continuamos siendo una democracia y el fantasma de millones de chilenos empobrecidos emigrando se alejó.

Sin embargo, enfrentamos una situación económica delicada y el alivio plebiscitario no nos debe mover a engaño. Parte del problema será la economía mundial. Después de los estragos causados por el Covid, hoy en retirada, queda la incógnita de cuánto más puede afectar la economía china la política de confinamientos (el 3,2% de crecimiento del PIB el 2022 en China es inusualmente bajo). La guerra entre Rusia y Ucrania, por su parte, impacta la economía mundial por dos vías principales: los alimentos, porque el 30% del comercio mundial de trigo proviene de esos países; y la energía, que afecta especialmente a Europa. Alemania tiene una dependencia de gas y petróleo ruso de 49% y Austria del 86%.

Pero allí no está el principal problema sino en el desmantelamiento del andamiaje construido por los bancos centrales para evitar la recesión causada por la pandemia, que paralizó gran parte de la actividad productiva mundial. La expansión monetaria desató la inflación y ya el FED y el Banco Central Europeo iniciaron un camino que posará su sombra sobre las principales economías durante este año y el próximo. Estados Unidos, amparado en la flexibilidad de su mercado laboral, ha tomado la delantera. Se espera que el FED continúe sus alzas de la tasa de interés. El BCE, más tímido, decidió subir la tasa en 0,75% en septiembre. A ello se sumarán las intervenciones sobre el balance de los bancos centrales que también serán restrictivas en su afán de bajar la inflación. Estados Unidos con tasas de inflación de 8,5% anual pretende llegar a 2%. Europa, también acercándose al 9%, será más gradual.

¿Y en qué situación está Chile? Pues complicado. El incremento del gasto fiscal por la pandemia y la liquidez causada por los retiros desde las AFP pasan la cuenta con una inflación que alcanza el 14,1% anual. El incremento de la TPM en un punto decidida por el Banco Central fue más allá de lo esperado. El otro frente es la deuda pública del orden de 38% del PIB este año, según proyecciones de Hacienda. Solo los intereses de esa deuda ascienden a 3.200 millones de dólares, más que todo el aporte fiscal a las pensiones. Esta nueva normalidad de Chile se está reflejando en los credit default swaps a cinco años, que a fines de agosto mostraban a nuestro país más riesgoso que Perú y acercándose a México. Los dos últimos tienen calificación triple B mientras que Chile está en A menos, clasificación que debiera perder muy luego. ¿Qué consecuencias traerá? Intereses más altos que seguirán incrementando la deuda pública.

Y Chile tramita una reforma tributaria que pretende recaudar en régimen 4,1% del PIB (Bachelet no fue capaz de recaudar 3%). Además, una reforma de pensiones que recarga en 5 puntos la cotización para ahorro previsional colectivo en 6 años, y una rebaja de la jornada laboral de 45 a 40 horas en un período de 5 años.

Aunque se haya despejado incertidumbre en materia de inversión con el Rechazo, demasiadas incógnitas siguen pendientes en la economía y el próximo año no traerá buenas noticias a las familias chilenas.

 

Luís Larraín, Presidente del Consejo Asesor de LyD, columna publicada en Diario Financiero.-

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