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LA MINISTRA ¿DEL INTERIOR O DE LOS MANUALES?

El Mercurio

A las pocas horas de haber asumido su cargo como ministra del Interior, Izkia Siches, subía a su cuenta de Twitter un hipervínculo (que dejó fijado por varios días para que fuera lo primero que se viera al ingresar a su perfil) correspondiente a la cobertura que un periódico digital dio al primer manual publicado, de “buenas prácticas periodísticas de temas mapuche”, elaborado por dos periodistas y editado por la Fundación que la nota de prensa señala.

En Chile hay libertad de investigación y de expresión de manera que ni el manual elaborado por terceros, ni la Fundación que lo editó ni el medio que lo difundió son un tema. Bienvenida la información, sus eventuales sesgos, la exposición y el debate de contenidos que ello genera. Pero que la ministra del Interior, en su calidad de tal, lo promueva y que además anuncie días después que el Gobierno está estudiando elaborar un manual propio, para generar recomendaciones tanto internas como para la prensa, y así orientar el lenguaje que sería adecuado usar respecto de estos contenidos periodísticos es muy delicado. El llamado de la autoridad a que “particularmente la prensa” y todos los medios de comunicación contribuyan al dialogo tanto en materia de “migración como con los pueblos originarios” por la vía de adaptar el lenguaje, las imágenes que muestran y la forma en que se expresan, es de máxima preocupación pues constituye una impúdica manera de pautear a la prensa “que es trascendental para ello”, diciéndole, de paso, que no debe a entorpecer la labor de este gobierno usando un lenguaje “incorrecto”.

La ministra está empeñada en el asunto de los manuales y en el lenguaje “válido” que crea realidad. Su aseveración de que en Chile hay presos políticos mapuches es una muestra. La afirmación fue acertadamente controvertida por el Subsecretario del Interior quien, en una reciente entrevista radial, consultado sobre si en Chile existían o no presos políticos mapuches, aclaró, en hora buena, que no. Señaló, valientemente y a contracorriente a estas alturas, que las personas condenadas y privadas de libertad fueron juzgadas por tribunales de justicia por haber cometido delitos tipificados en la ley. Sin embargo, y quizás rodeado por la sombra del manual y me imagino para no entrar en un conflicto directo con la Ministra de su cartera, añadió, acto seguido -nublando la claridad con la que había contestado que no habían presos políticos en Chile- que hay lenguaje y concepciones que usa el pueblo mapuche que tienen que ver con su cosmovisión, y que hay otros que tienen una cosmovisión distinta, tradiciones distintas y que no es posible llegar a acuerdos sin reconocer que hay otro distinto y que, como gobierno, querían llegar a acuerdo con esos otros distintos.

Más allá de que hay quienes, incluidos periodistas, que le bajan el perfil al asunto señalando que no son más que recomendaciones o que se trataría de un manual de uso interno del gobierno (a pesar de que la Ministra ha sido muy clara en expresar que las recomendaciones son para todos, prensa incluida, pues “es fundamental lo que ocurre en cada uno de los televisores del país”), y de otros que, como se dice popularmente, creen que “le estamos poniendo mucho color”, lo cierto es que la autocensura que genera el solo hecho de que la autoridad promueva un solo tipo de comunicación válida es de las peores censuras ¿Si la prensa usa lenguaje “fuera del manual”, podrá seguir cubriendo con la misma comodidad actividades de las autoridades? ¿Podría el medio ser mal visto (sin que así se señale claro está) a la hora de adjudicarse avisaje estatal? ¿O es muy feo lo que estoy diciendo y se sale de todo manual?

La arremetida contra la libertad de expresión es evidente y se suma a la que intentaba emprender una mayoría de convencionales de la Comisión de Derechos Fundamentales de la Convención en la materia y que, por ahora, fue “atajada” por el Pleno. La libertad de expresión no requiere de manuales y debe ser defendida aun ante la descorazonadora inacción o liviandad de muchos. Pretender imponer a la prensa, bajo la “sutil” fórmula de “recomendaciones para no estigmatizar”, el cómo cubrir las noticias y qué lenguaje usar, de manera que los ciudadanos accedamos tan solo a un tipo de información, considerada válida por la autoridad de turno que, coincidentemente ha señalado querer ser una madre para Chile (y como madre, asumo, entiende nos puede señalar que es correcto y que no), no es aceptable. Cuán exitosa y melosa sea la arremetida no es el punto. El solo hecho de emprender la gesta es amenaza suficiente.

Columna de Natalia González, Directora del Área Constitucional, publicada en El Mercurio.-

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