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La hora de la ilusión

El Líbero

El Apruebo ha obtenido un contundente triunfo sobre el Rechazo en el plebiscito constitucional. Lo mismo ha ocurrido con la Convención Constitucional, que se impone ampliamente a la Convención Mixta por porcentajes parecidos, que a la hora de escribir esta columna se acercaban a 78% sobre 22%.

La diferencia ha sido incluso mayor a lo que en general la gente más informada esperaba, que se situaba en el orden de 70% contra 30%. Ello nos dice que la ilusión que se ha apoderado de la mayoría de los chilenos, que piensan que una nueva Constitución puede mejorar su bienestar, está incluso más arraigada de lo que pensábamos.

Otra de las cuestiones que había que observar en esta elección era el porcentaje de participación. Con las cifras que se han conocido hasta ahora, la participación electoral no parece ser mayor a la que tuvimos en la segunda vuelta presidencial (cercana al 49%). Lo que puede haber ocurrido, pero no tenemos datos para cuantificarlo porque la información que entrega el Servel de la votación por mesas no permite inferirlo, es que la composición de esa participación electoral haya cambiado. Más jóvenes habrían votado y mucho menos viejos lo habrían hecho (estoy en esta última categoría, así es que espero no ser censurado por esa expresión; es que no me gustan los eufemismos). Curiosamente, los medios de comunicación y en particular la televisión han hablado de una altísima participación electoral en este plebiscito. Es que de un tiempo a esta parte, en nuestro país los datos y la realidad que ellos reflejan no son importantes y han sido reemplazados por las percepciones. Estas últimas están determinadas por lo que los periodistas, los medios y los políticos quieren comunicar a la gente, pero también por lo que éstos quieren escuchar.

Así las cosas, una enorme responsabilidad recae ahora sobre los hombros de quienes han respaldado la opción Apruebo. Durante dos años, quienes sean elegidos constituyentes tendrán la difícil misión de redactar una Constitución que consiga mejorar las condiciones de vida de los chilenos. Es una tarea titánica, pues el mayor bienestar y calidad de vida deben, necesariamente, provenir de una mayor creación de riqueza y no veo cómo una nueva Constitución pudiera lograr ese objetivo. Con todo, la misión de quienes creemos en la democracia es colaborar para que esa Constitución sea lo más adecuada posible al objetivo de construir un país en que las diferencias entre sus habitantes se resuelvan de manera pacífica y respetando a todos.

El problema para el país, y esa ya es una cuestión que nos atañe a todos, es que la frustración de la mayoría si es que no se logra mejorar el bienestar de los chilenos en este proceso será muy grande. Descubrir que, una vez más, los políticos los han engañado, no será bien recibido por muchos. Y es allí donde este proceso que hoy parece tan esperanzador para la mayoría puede transformarse en un desastre, que traiga más violencia, populismo y definitivamente un menor apego a la democracia liberal. Un Chile iliberal, una suerte de pesadilla para los progresistas, puede estar más cerca que antes.

Columna de Luis Larraín, Presidente del Consejo, publicada en El Líbero.- 

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