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Aguante Mañalich

La Tercera

El Presidente Piñera tiene cualidades y defectos que los chilenos conocemos. Entre las primeras están una gran intuición y determinación para enfrentar situaciones críticas. Que lo digan si no los 33 mineros que fueron rescatados desde las entrañas de la tierra y que le deben la vida al incansable propósito de sacarlos de allí que mostró el Presidente.

Ahora, esa intuición ha vuelto a brotar al dar un papel tan relevante a su Ministro de Salud Jaime Mañalich en la batalla contra el Coronavirus.

Mañalich conoce como pocos el sistema de salud chileno. Fue Ministro durante los cuatro años de la administración anterior de Piñera. Conoce también la salud privada como administrador de una de las principales clínicas del país. Es inteligente, ejecutivo y trabajador. A mayor añadidura, es experto en epidemiología.

Pero no son esas cualidades del ministro las que a mi juicio hacen toda la diferencia y determinan que, a nivel mundial, tengamos una conducción sobresaliente de esta pandemia. Se trata más bien de otros rasgos de la personalidad de Mañalich, que quizás en otras circunstancias cabría calificar de defectos.

Jaime Mañalich es un tipo rudo, que pasa por encima de los obstáculos que se le ponen por delante. Es atropellador, no transa sus principios y dice siempre lo que piensa. En ese afán deja heridos. Algún irreverente por ahí podría calificarlo de cabrón, según el uso popular que se da por estos lados a esa palabra.

El Coronavirus, como todas las pestes, provoca miedos atávicos entre las personas. Y el miedo es territorio fértil para los demagogos y los populistas. En Chile en estos días, ellos han proliferado tanto como el virus y proponen y exigen todo tipo de medidas, opinan con ignorancia supina, critican y dificultan gravemente la gestión de la autoridad sanitaria.

En ese ambiente no cabe sino un conductor al que no le tiembla la mano para seguir las mejores políticas desde el punto de vista epidemiológico. Él resistió la absurda demanda de algunos alcaldes y periodistas de decretar cuarentena total hace muchos días, lo que era innecesario y habría afectado gravemente a pobladores de comunas populares que deben salir cada día a ganarse el pan. Denunció los intereses electorales de muchos de los alcaldes que lo critican, que son evidentes, sin perjuicio que otros ediles han tenido un rol más colaborativo, tratando de educar a la población.

Es cierto que su rudeza ha contribuido a levantar en la prensa polémicas inconducentes. ¡Pero por favor no nos cambien a Mañalich! Necesitamos un duro y no a buenistas para enfrentar esta pandemia.

Cuando todo esto acabe, Jaime Mañalich habrá salvado la vida de miles de chilenos y lo más triste es que pocos se lo agradecerán. Desde esta tribuna, alguien que alguna vez ha sido víctima de su rudeza, simplemente le dice gracias.

Columna de Luis Larraín, Presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo, publicada en La Tercera.-

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