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CASEN: La Fiesta de Michelle

El Libero

Michelle Bachelet se encontraba en Nueva York en los mullidos asientos de las oficinas de la Secretaría General de las Naciones Unidas, ejerciendo su alto cargo en ONU Mujer, cuando se empezó a especular con la posibilidad que compitiera en la elección presidencial del año 2013 que decidiría el sucesor del entonces Presidente Sebastián Piñera. Debe haber sido una decisión difícil la de ella. Claramente desde el punto de vista de la comodidad era atractivo quedarse en Nueva York. Ir a Chile significaba un riesgo, no tanto por la competencia, pues se presumía que ella tenía una buena chance, sino porque era difícil que en un país con crecientes expectativas y demandas sociales se volviera a repetir una gestión como la que había culminado la ex Presidenta en su primer mandato presidencial, con altos niveles de popularidad. Ella ya había tenido el honor de ser Presidenta, estaba también esto de que segundas partes nunca son buenas, en fin.

La composición de lugar que debe haber hecho Michelle Bachelet, suponemos, es que si aceptaba debía ser para algo que realmente valiera la pena. Y no valía la pena repetir un gobierno con la matriz de la Concertación; con la combinación de técnicos y políticos que caracterizaron a esa coalición; con las restricciones que imponía un manejo cuidadoso de la economía y las concesiones que había que hacer para que los cambios que ella quería para el país tuvieran un razonable consenso en la sociedad chilena.

Su decisión entonces fue que postularía siempre que pudiera hacer lo que ella quisiera, sin someterse a los partidos de la Concertación. Participaría en la elección, pero el menú lo decidiría ella. Esto sería (como aquella de Babette) una verdadera Fiesta de Michelle.

Y así empezaron a prepararse los ingredientes, los viajes de ida y vuelta a Nueva York en que se trasladaban los elementos que formarían parte del banquete. Nada de los tradicionales economistas de la Concertación; ni Velasco ni Marcel, menos Marfán o De Gregorio. El elegido sería Alberto Arenas y en materia económica el plato fuerte la Reforma Tributaria, una reforma que aumentaría nada menos que en 3 puntos del PIB la carga tributaria, la desintegración de los impuestos, una nueva alza a la tasa de impuesto corporativo para dejarla en lo más alto de la OCDE. En lo político el elegido sería Rodrigo Peñailillo, sin ataduras a los clanes tradicionales de la Concertación, líder de los audaces G-90 que desconfiaban de las alianzas y las concesiones; el plato fuerte era la Nueva Constitución. Y el tercer plato era la reforma educacional: fin al lucro y la selección, gratuidad en la educación superior. El chef aquí sería Nicolás Eyzaguirre, otro economista destacado que descubría la tardía vocación (o ilusión) de servir en el futuro a su país desde la más alta magistratura de la nación.

Así se armó la fiesta de Michelle, fuera la Concertación, con la Nueva Mayoría.

El resto es historia conocida: un gobierno que empieza rápidamente a perder el apoyo popular, una ciudadanía que se siente engañada, reformas que no cumplen sus objetivos y promesas sino por el contrario provocan graves daños a la economía. Termina el gobierno, vienen las elecciones y las fuerzas de centroizquierda sufren una dura derrota electoral. Lo único que faltaba para terminar la historia era conocer el importe de la cuenta. ¿Cuánto había costado la Fiesta de Michelle?

La CASEN 2017 trae las malas noticias. Si bien la pobreza por ingresos continúa bajando, lo hace a un ritmo menor y la pobreza multidimensional (que incorpora a la medición indicadores de salud, educación, empleo y previsión, vivienda y entorno y redes y cohesión social) no sólo no mejora sino tiene un leve retroceso. Los peores resultados están en empleo y vivienda y entorno. ¿Qué pudo pasar? El magro crecimiento de apenas 1,7% afectó la posibilidad de encontrar un trabajo a las familias más pobres y aumentó el allegamiento y bajó el acceso a servicios de agua potable y alcantarillado, a lo que también contribuyeron inmigrantes irregulares sin capacidad de negociar contratos de arrendamiento.

Pero el resultado más impactante de la CASEN es el deterioro en la distribución del ingreso. La medición a través del coeficiente de Gini no tiene variaciones significativas, pero los indicadores 10/10 y 20/20 empeoran. La proporción entre los ingresos monetarios del 10% más rico y el 10% más pobre sube desde 2015 a 2017 de 16 veces, a 17 veces. La explicación son los menores ingresos del trabajo del 10% más pobre a raíz del bajo crecimiento económico, lo que no alcanza a ser compensado por los subsidios del Estado. El gran objetivo de disminuir la desigualdad termina así en un fracaso.

Como siempre ocurre cuando el crecimiento económico es muy bajo, los que más sufren son los más pobres, lo que se refleja básicamente en sus ingresos del trabajo. El efecto de las políticas del gobierno de la Nueva Mayoría fue ralentizar la economía chilena y el bajo crecimiento les pasó la cuenta a los más pobres, los más afectados por la resaca de la Fiesta de Michelle.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-

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