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Una historia danesa

El Libero

En el año 2010 la planta que fabrica contenedores refrigerados Maersk en China le comunica a la casa matriz en Dinamarca que, producto de la alta demanda, necesita ampliar su capacidad de producción. Ejecutivos de la filial chilena, enterados de esta situación, ven la ocasión para realizar un viejo sueño: construir una fábrica de contenedores refrigerados en Chile. Así es como presentan un plan a la oficina principal y después de dos años de trabajo, Maersk aprueba una inversión de 200 millones de dólares para construir en nuestro país la planta más moderna de Sudamérica, ubicada en el puerto de San Antonio.

Los trabajos de construcción de la nueva mega planta comienzan el 2013 y terminan a fines del 2014. A la inauguración vienen los príncipes de Dinamarca y hay una importante cobertura de la prensa; ministros de Estado y otras autoridades, senadores y políticos participan de la ceremonia que dará trabajo a más de mil personas.

La planta fue diseñada para fabricar en Chile 15.000 contenedores refrigerados al año: un encadenamiento productivo en la línea de agregar valor a nuestra actividad de comercio exterior. Los primeros contenedores empiezan a ser fabricados el año 2015 con algún retraso respecto al plan original.

En 2016, a apenas un año del comienzo de la actividad, los 1.200 trabajadores, asesorados por la CUT y el Partido Comunista, comienzan a movilizarse, exigiendo mejoras salariales y nuevos beneficios. La base de su petición es obtener ventajas similares a los de los empleados de Maersk en Dinamarca. La empresa responde a estas peticiones señalando que solamente han podido vender 1.500 contenedores en un año, la producción está lenta, la planta recién está partiendo, no se pueden agregar más costos y por supuesto no es razonable igualar los beneficios a los que obtienen los trabajadores en ése, uno de los países más ricos del mundo.

En 2017 los trabajadores se movilizan otra vez y vuelven a pedir mejoras salariales y más beneficios, como escolaridad gratis para todos los hijos, bonos de producción, etc. El petitorio tiene más de 40 exigencias y, con dirigentes de la CUT en terreno, los empleados votan la huelga y paralizan la planta por un mes; cierran las calles y el acceso a la planta, participando en una serie de incidentes en que prenden neumáticos en la vía pública, bloquean caminos y se enfrentan con carabineros. Las acciones de violencia llegan a su punto más alto cuando queman el automóvil del gerente comercial, un hecho gravísimo que pone en entredicho el estado de derecho. La agitación laboral dirigida por el presidente del sindicato, de militancia comunista, es apoyada por la cúpula de ese partido en San Antonio, incluyendo un concejal de la Municipalidad y candidatos del PC a parlamentarios.

Producto de esta huelga, varios clientes en nuestro país cancelan sus pedidos y contratan contenedores refrigerados en otras empresas. La actitud de los trabajadores, azuzados por la CUT, causa alto impacto en los ejecutivos de la empresa, especialmente los daneses. La planta continúa su operación, sin cumplir sus metas de producción y ventas. Aún así, en el mes de Abril de 2018, los trabajadores comienzan movilizarse y a elaborar un nuevo pliego de peticiones.

El 14 de Junio del 2018 el gerente general de Maersk (de origen danés) cita a una reunión a los 1.209 trabajadores de la planta en un gimnasio de la zona. Allí, les comunica que la planta se cierra ese mismo día, que tomen todas sus pertenencias y no vuelvan al día siguiente pues se acabó su fuente de trabajo. Se les finiquitarán sus contratos pagando sus salarios y dos meses adicionales.

Las razones del cierre de la planta pueden ser variadas: los planes de producción y venta no se cumplieron, en buena parte por la escasa productividad de los trabajadores, pero es evidente que la actitud beligerante de ellos mismos y sus asesores de la CUT precipitaron la decisión de Maersk.

Los 1.209 trabajadores se retiraron cabizbajos de la reunión. Su salario promedio era superior a los $500.000 mensuales, bastante más alto que el que se paga en la comuna de San Antonio, tradicionalmente una zona de alta cesantía y bajos salarios. Tenían beneficios de movilización y alimentación más generosos que los del mercado y también un plan de salud que complementaba sus cotizaciones. Condiciones que perdieron de un día para otro.

La CUT y su dirigencia marxista una vez más perjudican a trabajadores chilenos. La tasa de desempleo en San Antonio subirá cuatro puntos porcentuales. Mientras los trabajadores están empleados, aún en condiciones mejores que las de su entorno, los dirigentes reclaman que están siendo explotados por la empresa que les dio trabajo y hacen exigencias desmedidas. ¿Creerá la CUT que ahora esos trabajadores están felices de haberse liberado de la explotación a que estaban siendo sometidos por su empleador?

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de LyD, publicada en El Líbero.-

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