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El tren de Mayol

El Libero

A los niños les gusta jugar con trenes. Hay algo en el movimiento, repetitivo y uniforme, que les atrae. Es cosa de ver cómo se quedan absortos frente a un tren eléctrico, contemplando una y otra vez las vueltas que da sobre los rieles.

Alberto Mayol pretende ser Presidente de la República. Es precandidato de la agrupación denominada Frente Amplio y competirá en las primarias del próximo 2 de julio. No sabemos mucho acerca de los antecedentes que cree tener para aspirar a tan alta responsabilidad. Él es sociólogo y ha escrito algunos libros, entre ellos “El Derrumbe del Modelo”, publicado en 2011, donde sostenía que el modelo de economía de mercado, que él llama neoliberal, se estaba derrumbando. El entusiasmo de Mayol provenía de las masivas manifestaciones estudiantiles de ese año, que el autor atribuía a que la gente ya no quería una sociedad capitalista, basada en el lucro.

Esa creencia, que compartían con Mayol los dirigentes del movimiento estudiantil, fue lo que estuvo también detrás del programa de gobierno de Michelle Bachelet. En palabras de Carlos Peña, ese programa veía en la sociedad chilena un movimiento subterráneo en pos de la igualdad a ultranza, dispuesto a sacrificarlo todo por eso. Lo que en verdad estaba ocurriendo en Chile, siempre según Peña, era el surgimiento de una clase media que en un lapso de 20 o 30 años experimentó cambios en su calidad de vida que antes demoraban dos o tres generaciones, y que como consecuencia de ello adquirieron una autonomía, una confianza y una seguridad en sí mismos que los hace ser exigentes, competitivos e indóciles frente a la autoridad.

Vale decir, el derrumbe del modelo sólo estaba en la imaginación fértil de Alberto Mayol. Prueba de ello es que la centroderecha, defensora según él de ese modelo neoliberal, obtuvo una resonante victoria en las elecciones municipales, donde la ciudadanía castigó a un Gobierno que pretendía realizar cambios estructurales en la sociedad chilena, que en definitiva se han traducido en el estancamiento del país. Por otra parte, el más probable Presidente de Chile en el próximo período es Sebastián Piñera, no solamente abanderado de la centroderecha, sino alguien que podría ser descrito como una suerte de ícono del modelo.

La conexión entre Alberto Mayol y los trenes está dada por su propuesta, como pre candidato presidencial, de construir un tren de alta velocidad entre Arica y Puerto Montt, y además un Tren Transpatagónico. Un editorial de El Mercurio afirmó que “quizás la promesa programática de un tren de alta velocidad Arica-Puerto Montt (…) sea una perfecta metáfora de lo que el Frente Amplio políticamente significa, en cuanto a voluntarismo y desdén por las restricciones que impone la realidad”. Y la verdad es que es muy certera esta afirmación.

Mayol, sin embargo, ha replicado diciendo que el tren efectivamente es una metáfora del Frente Amplio: innovación, integración social, regionalización y obras públicas con sentido social. Agrega que costará alrededor de US$ 15.000 millones y que eso no es más que la suma de colusiones que han afectado a los ciudadanos chilenos. En el mundo de fantasía de Mayol, basta con etiquetar a una coalición con una serie de nombres bonitos para que ello se haga realidad. Los aspectos técnicos o económicos no interesan.

No habría por qué considerar, por ejemplo, que Estados Unidos, la primera potencia económica del mundo y con un extenso territorio, no tiene trenes de alta velocidad. Tampoco que un tren de alta velocidad requiere entre 400 y 500 kilómetros de distancia para operar óptimamente y, por lo tanto, un país largo y angosto como Chile dejaría a la mayoría de sus ciudades sin servicio con un tren como éste. Son detalles, poco importantes frente a la fantasía de Mayol.

Lo que en definitiva ocurre —más allá de la anécdota de que Mayol que no va a ser el candidato del Frente Amplio, sino que tiene el rol menor de efectuar ataques arteros a Piñera—, es que la nueva coalición de izquierda es la verdadera heredera de Michelle Bachelet y el programa de gobierno de la Nueva Mayoría. La misma indiferencia frente a los condicionantes de la realidad, el mismo voluntarismo, el mismo desprecio e insensibilidad frente a las consecuencias de sus propuestas para la calidad de vida de las personas.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Líbero.-

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