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Campaña decepcionante

El Mercurio

A seis semanas de la elección presidencial, Hillary Clinton mantiene una ligera y frágil ventaja.

Es un alivio que Hillary sobreviviera al debate televisivo, tenía las de perder, y ganó. Desconfiable, representante de la continuidad, con mínimo carisma, vulnerable por malos manejos de la Fundación Clinton y de sus correos electrónicos, se impuso a las tácticas abusivas de Trump en casi todos los temas: economía, diplomacia, seguridad, salud, impuestos, salvo sus contradicciones en política comercial. Bien preparada, fría y experimentada, se abstuvo de ridiculizar a su contendor y de caer en sus provocaciones.

Es decepcionante que la vergonzosa intervención de Donald Trump en el foro no lo hundiera y continúe a escasos tres puntos de la candidata.

Trump, disperso, incómodo y patológicamente narcisista. Gesticulando con desagrado, se vanagloriaba de su aprovechamiento de los negocios e impuestos. "Soy listo", afirmó. Transmitía la más pura demagogia: "Terminaré con la delincuencia". Nótese, no es que reduciría la criminalidad, le pondrá fin. Peor, su populismo recibía aplausos.

He ahí el problema. Cada uno le transmitía a su público, polarizado y prejuiciado, en un esquema carente de persuasión y reflexión; más bien tuiteaban.

Triste es que los dos candidatos sean fatalistas sobre Estados Unidos. La realidad dice lo contrario. Hay mejoría en los empleos y en las remuneraciones, y persistente liderazgo norteamericano en la economía, poderío militar, en la ciencia y en la tecnología. Lejos están el optimismo, el orgullo y la confianza en el futuro de las campañas anteriores. Ahora el pesimismo parece ser más respetable y atractivo para el electorado.

Por primera vez, y por malas razones, Latinoamérica ocupa un lugar relevante en la campaña presidencial. Trump, que culpa a los extranjeros de los males de Estados Unidos, instaló el tema. Atribuye a los latinos la delincuencia. Sostiene que México y otros países provocan la fuga y cierre de industrias y compiten deslealmente con sus producciones y empleos. De allí las murallas de contención de migrantes y las amenazas de renegociar los tratados de libre comercio. De una plumada podría desaparecer la buena disposición con Estados Unidos de América Latina, que solidarizará con México y sus expatriados. Afortunadamente, hay mecanismos constitucionales y políticos para evitar los excesos presidenciales: la separación de los poderes públicos y la cultura de un Congreso opositor, probablemente republicano.

A un mes y medio para la elección, nadie puede asegurar quién asumirá el cargo más poderoso del mundo: la carrera presidencial puede cambiar. Lamentablemente prevalece una campaña agresiva, negativa, con ácida descalificación entre los candidatos y general desconfianza de sus electores sobre ambos.

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