Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

La rebelión británica

El Mercurio

Rugió el león británico. Estaba siempre incómodo, enjaulado por la burocracia de la Unión Europea (UE). Molesto por perder soberanía, limitado para legislar, administrar, hacer justicia y para imponer condiciones a los migrantes, optó por independizarse de la UE. El resultado del referendo no basta, requiere de aprobación por mayoría parlamentaria que rechaza la salida, pero se supone que no será fácil ignorar la voluntad popular.

El nacionalismo y la demagogia -con más emoción que razón- resultaron indiferentes a la incertidumbre de abandonar la UE. Ahora hay que enfrentar los desajustes y negociar con todo el mundo, Chile incluido. Por un par de años no habrá cambio en las reglas. Mientras se negocian decenas de nuevos tratados, habrá falta de claridad para el intercambio. Ya los mercados sobrerreaccionaron con devaluaciones y caídas bursátiles. Prontamente se moderarán.

A quienes apoyaron la salida de la UE no les importa el costo. No planificaron la salida. Quienes abogaban por mantenerse en la Unión tampoco lo hicieron. Prefirieron una campaña del terror que no hizo mella. Juntos tendrán que enfrentar la realidad.

Con el referendo se ha puesto en evidencia una división profunda, geográfica y política, en Gran Bretaña. Le ha costado el liderazgo al hasta ahora exitoso Primer Ministro, David Cameron. En octubre sabremos quién lo reemplazará. Hasta los vencedores parecen atemorizados y dicen no estar apurados en negociar. Los escoceses han sacado nuevamente la voz y anticipan otro referendo para decidir sobre su futuro en el hasta ahora Reino Unido.

Quienes celebran la salida creen que han recuperado la identidad, tradiciones y capacidades británicas. Votaron en contra del sistema esperanzados en un nuevo orden que les permitirá satisfacer sus legítimas aspiraciones de bienestar. Es una apuesta riesgosa.

Entre los que celebran podrían estar los argentinos: ya no hay garantía de que la UE apoye colectivamente los derechos de los británicos y de los kelpers en las Falkland-Malvinas.

Hay enojo de los europeístas. Se sienten menospreciados. El presidente de la Comisión de la UE ha dicho que solo hay lugar para renegociar la salida británica. No ofrecerá nuevas concesiones para quedarse. Parece que no está consciente de que su inflexibilidad ha contribuido a este desenlace.

Aunque todo sucede en otro continente y hemisferio, algo nos toca de la incertidumbre. El intercambio y el financiamiento con Chile apenas superan el 1% de nuestras transacciones con el exterior.

Hay razones para confiar en el pragmatismo de los británicos, que siempre alcanzan acuerdos políticos y económicos razonables para salir de las crisis. Seguiremos exportando paltas, otras frutas, vinos y pollos a Gran Bretaña. Seguirá llegando whisky y demás productos británicos. Tampoco debería cambiar la suerte de los chilenos residentes en el Reino Unido ni la de los británicos en Chile. No es el fin del mundo.

Columna de Hernán Felipe Errázuriz, Consejero de Libertad y Desarrollo, en El Mercurio.-

Tags:

otras publicaciones

Diario Financiero

La Tercera