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Mal diagnóstico

El Mercurio

En su último informe de política monetaria, el Banco Central reconoce como probable que la economía chilena crezca algo así como 1,5% durante el presente año. De acuerdo con sus proyecciones, incluso con algún repunte el 2017, el cuatrienio del actual gobierno registraría un crecimiento promedio de apenas 2%. Para ilustrar la magnitud del desastre baste el siguiente cálculo: al ritmo de 5,3% anual que llevábamos durante el gobierno del ex Presidente Piñera, en 18 años podíamos doblar nuestro ingreso per cápita y alcanzar un nivel de vida semejante al que disfruta hoy Canadá, por ejemplo; al ritmo que lleva la administración actual, conquistar esa meta nos tomaría 70 años. Sorprende la resignación con que ha sido recibido un informe tan desalentador.

Las palabras del timonel del instituto emisor, Rodrigo Vergara, no dejan dudas respecto de las causas del problema. En su opinión, sería "autocomplaciente" culpar a la situación internacional de "todos nuestros problemas". Hay un marcado deterioro del "clima de negocios", influido por el debate sobre los cambios de fondo que propugna la coalición de gobierno. La solución es restablecer la confianza en la estabilidad de las reglas del juego. Mientras ello no ocurra -y pese a políticas fiscales y monetarias fuertemente expansivas- es difícil que la economía se reanime. Todavía más, en mi opinión, el elevado déficit fiscal (3% del PIB) y la alta inflación (ya por dos años superior a la meta de 3%) pueden tornarse en un factor adicional de desconfianza si no se adoptan las medidas correctivas.

En un concurrido foro empresarial organizado por Icare, los ministros Nicolás Eyzaguirre, secretario general de la Presidencia, y Rodrigo Valdés, de Hacienda, concordaron en la importancia de priorizar el crecimiento económico. El primero anticipó el término del frenesí reformista de los primeros dos años de gobierno. El segundo enunció un conjunto de 22 medidas que -acertadamente- apuntarían a remover ciertos obstáculos financieros, tributarios y regulatorios que desalientan la inversión y la productividad.

Desgraciadamente, sin embargo, ese mensaje resultó desdibujado por la insistencia de ambas autoridades en negar la responsabilidad que les caben a las reformas promovidas por el Gobierno en la desconfianza reinante. El ministro Eyzaguirre desarrolló la peregrina hipótesis de que es la "crisis del sistema político" la causa de la desaceleración económica. El ministro Valdés -en lugar de aprovechar para detallar el contenido y trascendencia de las medidas enunciadas- se explayó largamente sobre el deterioro del clima internacional, dejando la impresión de que, debido a la caída del cobre, en el fondo no cree que Chile pueda marchar mejor. Tal vez es ese diagnóstico fatalista el que inhibe al Gobierno a asumir a cabalidad el desafío de impulsar el crecimiento, lo hace aferrarse a contraproducentes reformas "redistributivistas" y mantiene las expectativas sobre el futuro de la economía nacional a ras de suelo.

 

Columna de Juan Andrés Fontaine, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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