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Capitalismo para el pueblo

El Mercurio

Así titula el profesor de economía de la Universidad de Chicago Luigi Zingales su último libro. Su próxima venida a Chile, invitado por la Universidad Adolfo Ibáñez, no puede ser más oportuna.

"Los mercados libres y competitivos son los creadores de la mayor riqueza jamás vista en la historia de la humanidad", dice. La libre competencia -sentencia- es el "ingrediente mágico que hace al capitalismo trabajar para todos, pero "para ejercer su magia la cancha debe ser pareja y abierta". Cuando estas condiciones fallan, continúa, "los mercados libres degeneran en monopolios ineficientes" y cuando estos "extienden su poder a la arena política, entramos al ámbito del capitalismo clientelista".

Un ribete positivo de los lamentables escándalos empresariales y políticos es que súbitamente la libre competencia ha pasado a ser valorada y defendida por todos. Hasta un alcalde salta a la fama por procurar -aunque con una fórmula probablemente condenada al fracaso- rebajar los precios de los remedios, compitiendo mediante una "farmacia popular".

El problema es que la competencia no se cuida sola. El mismo apetito que conduce a los empresarios a esmerarse en servir las necesidades de sus clientes los puede llevar a cerrar la entrada de terceros, acordar precios y conseguir privilegios regulatorios. La protección de la competencia exige voluntad política y capacidad técnica para legislar bien y fiscalizar con celo.

La defensa de la libre competencia no se agota en la persecución y castigo de la colusión, materia en la cual, aunque hemos avanzado mucho últimamente, hay perfeccionamientos legales pendientes. Lo crucial, pienso, es que la estructura de los mercados favorezca la competencia. Contamos en Chile con un ingrediente básico: amplia apertura a las importaciones de bienes y muchos servicios (aunque no todos), fruto de las visionarias reformas arancelarias de décadas anteriores. Pero hay que asegurar la libre entrada de nuevos actores a los mercados. Gracias a los cambios introducidos en el gobierno pasado, cada mes se crean 8.000 nuevas sociedades. Hay que facilitar a esos emprendedores la tramitación de sus permisos ambientales, sanitarios y de edificación, hay que mejorar su acceso al crédito y a medios de pago, hay que levantar barreras anticompetitivas en diversos rubros. Desgraciadamente, esta agenda -que promueve la productividad precisamente porque inyecta competencia- es resistida por intereses económicos, sindicales, gremiales y políticos, de todos los sectores.

Como nos recuerda Zingales, ser pro libre mercado no es lo mismo que ser pro empresa. Desde luego, el emprendimiento es el gran motor de la creación de riqueza. Los empresarios, con prescindencia de sus virtudes personales o inclinación a la filantropía, han de ser merecedores de admiración siempre y cuando sus éxitos sean logrados en libre competencia, esto es, sirviendo bien al consumidor.

 

Columna de nuestro Consejero, Juan Andrés Fontaine, publicada en El Mercurio.- 

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