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Yo la entiendo Presidenta

El Mercurio

Luis Larrain LYDUsted vivía cómoda en Nueva York, una ciudad fascinante. Tenía una buena pega y una brillante carrera por delante: la Secretaría General de las Naciones Unidas estaba al alcance de la mano. Una situación ideal: predicar sobre las bondades del socialismo e impulsarlo en todo el mundo, mientras se disfruta de las bondades del capitalismo.

Pero la tentaron, la presionaron incluso. Su popularidad aseguraba ganar las elecciones en Chile. Después del triunfo de Piñera la decisión de la izquierda fue: nunca más, y Michelle Bachelet era la carta ganadora.

Entonces en su mente empezó a dibujarse el otro proyecto. Ya no hablar del socialismo en foros y cócteles, sino llevarlo a la práctica en Chile. Hacer realidad el sueño inconcluso de Salvador Allende, inspirador de sus reformas sociales según ha declarado en estos días; usted traía en la cabeza el modelo de la República Democrática Alemana para Chile.

Y entonces vino El Programa. El mamotreto en que intelectuales de izquierda le prestaron ropa a la Nueva Mayoría. Y con esa fatal arrogancia del socialismo unos señores inventaron, aquí en Chile, sí en nuestro Chilito, “El Otro Modelo”; una construcción mental de un grupito de nuestros compatriotas que desafiaba y contradecía los últimos 200 años de la historia de la humanidad, en que el mundo progresó más que nunca antes, para plantear esta nueva vía chilena al socialismo.

Y así, economistas y técnicos de su coalición concibieron la Reforma Tributaria, piedra angular del Programa, que proveería recursos para transformar a Chile en un país socialista. La carga tributaria aumentaría 3 puntos del PIB y acabaría con el siniestro FUT, que usted nunca entendió lo que era pero sí que era malo. Le aseguraron que no tendría efectos negativos sobre la inversión y el crecimiento económico. Le dijeron que sólo afectaría al 1% más rico de Chile. Y así, Presidenta, se ganó la enemistad de cientos de miles de chilenos emprendedores que vieron aumentados sus impuestos, de la gran clase media chilena a quienes le subieron los precios de las viviendas y de varios otros bienes de consumo.

Otro grupo de iluminados, expertos educacionales de nuevo cuño, decretaron que los grandes problemas de la educación chilena eran la segregación y el lucro. Y concibieron una reforma educacional demencial, que se inició con un intento por destruir la educación particular o constreñirla al modelo sin fines de lucro, gastando para ello miles de millones de dólares, sin que ninguno de esos recursos colaborara al verdadero problema de la educación chilena que es su baja calidad. Y allí estuvo usted, firme junto al programa, prestando todo su capital político para apoyar estas reformas, repitiendo las consignas, sumándose incluso a los ataques a los padres de más del cincuenta por ciento de los niños de Chile que defendían a los colegios, privados, en que había decidido matricular a sus hijos.

Pero usted se mantuvo firme Presidenta, no claudicó. Y otra vez le creyó a sus asesores que le dijeron que las dificultades que encontraban sus reformas era producto de los intereses que se estaban afectando. Había que seguir, cumplir con la tercera gran reforma, la Constitucional y anunció para septiembre de este año la realización de cabildos sobre el tema, que no eran una Asamblea Constituyente, pero se parecían bastante.

Bueno y estuvo Caval, donde la especulación inmobiliaria tentó a su hijo y su esposa, para ganarse en un negocio varios miles de millones de pesos. Y nadie la defendió entonces, y sus discursos contra la desigualdad, los abusos y el lucro se volvieron contra su propia familia.

Y su propia gente Presidenta, esa que antes corría a besarle las manos, empezó a abandonarla. Porque las encuestas mostraban que usted ya no tenía el apoyo de la mayoría.

Y repentinamente algunos de sus parlamentarios, de esos que se eligieron con una foto con usted, vieron la luz. Y empezaron a encontrarle defectos al programa, a la reforma tributaria, a la educacional, y descubrieron que es mejor archivar el cambio constitucional.

La están dejando sola Presidenta, y por eso la entiendo.

 

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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