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LA IZQUIERDA HIPÓCRITA

Chile B

REPRODUCIMOS LA COLUMNA DE JORGE RAMÍREZ, INVESTIGADOR DEL PROGRAMA SOCIEDAD Y POLÍTICA, PUBLICADA EN CHILE B.

A un joven entusiasmado por los asuntos públicos, a la luz del álgido momento social que le tocó vivenciar durante su época estudiantil, se le ofrece una vía de acción política concreta. Bajo el rigor de la militancia, pero con la posibilidad de proyección política, la vía que se le abre es la de la izquierda hipócrita.

La oferta de la izquierda hipócrita parece irresistible. El primer paso es impregnarse de la moral totalizante que supone imponer modos de vida y reglas de conducta a la ciudadanía, aunque, por supuesto, el núcleo fáctico de la agrupación pueda hacer concesiones frente a ellas, o inclusive soslayarlas de plano. Así las cosas, en último término, se trata de plantear una inmersión fulminante en el mundo de las megareformas: un conjunto maximalista de soluciones cargadas de slogans que permiten dar respuestas a un diagnóstico precisamente instalado por el mundo al cual nuestro joven perteneciera; los “movimientos sociales” o “la calle”. El éxito electoral estaría asegurado sostienen los dirigentes de la agrupación.

El repertorio de la izquierda hipócrita comienza por promover la educación pública en su dimensión discursiva, mas refugiarse en la educación privada a la luz de sus escuelas de origen, o inclusive de las que ellos mismos eligen para sus hijos. Porque claro, la elección es un bien privativo para los miembros de la izquierda hipócrita, pero no para sus electores, quienes deben atenerse a los llamativos diseños del iluminado de turno que procure demostrar que el paternalismo social está más vigente que nunca. Mientras la opción de los ministros de la izquierda hipócrita de educar a sus hijos en recintos privados es “realista”, atendiendo a las altas expectativas académicas y profesionales que legítimamente depositan en ellos,la decisión de la familia de clase media de contribuir, en la medida de lo posible, mediante un copago al acceso de mejor calidad de educación y un entorno social más propicio para que ésta se desarrolle es “una tontería”, porque no sería más que la proyección socio-aspiracional de los padres.

El joven percibe que la apuesta por la reforma educacional parece arriesgada, pero los dirigentes de la izquierda hipócrita sostienen que es un modelo que ya resultó ser testeado en una de las políticas públicas más insignes de la hipocresía: el Transantiago. Haber arruinado el transporte público, y de paso, la calidad de vida de millones de Chilenos, bajo el encuadre discursivo de la “promoción y mejora del transporte público”, obviamente, sin vivenciar sus magros resultados; porque claro, “¿cómo se te ocurre que un dirigente de la izquierda hipócrita va a andar en micro o metro?, es otro de los pergaminos de esta agrupación.

Aún escéptico, nuestro joven pregunta sobre la posición que ha de adoptar la izquierda hipócrita frente a las tomas y movilizaciones de sectores que, con justificación, podrían desconfiar de la cúpula dirigencial de la agrupación. La respuesta es sencilla, conforme al principio rector de la hipocresía ahora deberán cuestionar la legitimidad y pertinencia de las tomas, aún cuando hace tan sólo un par de años se les promoviera y alabara. Nuestro joven pregunta: ¿y dónde están los principios y la consecuencia, o es que acaso ustedes creen que sin las tomas habrían llegado a desestabilizar al gobierno de turno y constituirse como alternativa de cara a la próxima elección?

Bueno, la respuesta es que en la izquierda hipócrita no hay principios. Si inclusive, los propios dirigentes de la agrupación relatan que había dirigentes que presumían tenerlos, pero hoy han sopesado los evidentes dividendos políticos que conlleva la hipocresía: defendían la vida, pero hoy promueven el aborto sin problemas… replica otro dirigente.

Decepcionado, nuestro joven declina de la oferta de la izquierda hipócrita y no descarta abrirse a otras agrupaciones partidarias. El consejo de los dirigentes es que no pierda su tiempo, porque el momento político castiga la consecuencia: mientras nosotros prometemos en campaña más gasto, los otros dicen que los recursos son escasos y hay que apretarse el cinturón, “mientras nosotros prometemos defender a los abusados por el mercado, ellos dicen defender al que está por nacer, que ni siquiera vota“, “mientras nosotros queremos acabar con las grandes riquezas, ellos quieres apoyar a los emprendedores“.

El joven señala que puede que efectivamente la ciudadanía no castigue la inconsecuencia, pero advierte que, tarde o temprano, lo que desilusionará a sus electores será vuestra inconsistencia. Será cosa que se ponga en la palestra…

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