UN 21 DE MAYO DESAPROVECHADO

A CONTINUACIÓN, REPRODUCIMOS LA COLUMNA DE JORGE RAMÍREZ, INVESTIGADOR DEL PROGRAMA SOCIEDAD Y POLÍTICA DE LYD, PUBLICADA EN LA TERCERA.

El discurso presidencial del 21 es el momento en que los presidentes rinden cuenta ante el Congreso Pleno sobre el estado político y administrativo de la Nación. Sin embargo, el discurso careció de una mirada global sobre el estado político por el que atraviesa nuestro país, a la luz del clima de tensión legislativa que se ha generado a partir de los cuestionamientos a la táctica de supeditar la discusión en el Congreso a los tiempos de los anuncios por exhibir en el discurso del 21 de mayo.

Inclusive se dieron señales que constituyen una suerte de apología a la tan mediática “aplanadora”, como cuando, en al menos dos ocasiones, se felicitó la celeridad de la tramitación de los proyectos de ley de reforma tributaria y electoral. Acá la pregunta central es si acaso se gobierna para los anuncios o si políticas públicas tan sensibles y complejas debieran ser tramitadas con mayor altura de miras y bajo el principio rector de la integración de visiones, a fin de que logren ser sustentables en el tiempo. Acá, la oportunidad de descomprimir la tensión política e instalar directrices que apunten a la generación de mayor diálogo fue desaprovechada. Esto parece preocupante de cara a la segunda etapa de la discusión de las reformas mencionadas, y del ingreso de la reforma educacional, que sin lugar a dudas, de no ser administrada de manera inteligente en cuanto a su praxis legislativa, generará las mismas tensiones, que al igual que el caso de la reforma tributaria podrían derivar en escepticismo y pérdida de respaldo popular por parte de la ciudadanía.

Luego, si bien la primera parte del discurso permitió establecer un encuadre conceptual que constituye el ethos del conjunto de reformas, en cosa de minutos, la cuenta pública derivó una vez más en un -a ratos- incomprensible festival de anuncios, donde el tenor es condicionar el desarrollo de los ciudadanos a la luz de la expansión del Estado en múltiples dimensiones y formas.

Por otra parte, si bien nunca los discursos del 21 de mayo han sido la instancia para revelar la ingeniería de detalles, se habría esperado algún elemento diferenciador en la explicación de las reformas y sus implicancias, respecto de lo que se anunció en campaña. Lo que sí quedó de manifiesto fue que una vez más la estrategia política para salir en defensa de la reforma tributaria, y por qué no intentan una suerte de "limpieza de imagen” de ésta, fue tratar de vincularla a la reforma educacional, aunque paradójicamente, en materia educacional el énfasis estuvo más bien centrado en medidas de corte administrativas que en aquellas que podrían generar un mayor impacto en la calidad. En el tercer pilar de reformas, la “Nueva Constitución”, evidentemente a partir de consideraciones políticas -no es el momento para aflorar tensiones internas entre quienes difieren en el mecanismo- se optó por sólo hacer mención a anuncios generales que incluyen un ignoto proceso participativo. Más incertezas.

Los gobiernos no han de evaluarse por los anuncios sino más bien por su gestión. Sin embargo, las señales discursivas son relevantes, pero en este caso, también son particularmente preocupantes.