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EUROPA, TEMPORALMENTE, TERMINA EN EL RHIN

Diario Financiero

A continuación reproducimos la columna del Director del Centro de Economía Internacional de LyD, Francisco Garcés, publicada en el Diario Financiero:

Hace algunas décadas atrás y aún históricamente, se creía que Europa terminaba en los Pirineos, que es un límite geográfico muy preciso. Años después, la península ibérica adoptó la economía de mercado, adhirió a la Comunidad Europea y repudió sus monedas crónicamente débiles y las por siempre erradas políticas públicas, generalmente intervencionistas.

La entronización del euro, la caída de las tasas de interés, la estabilidad, los flujos de inversión y transferencias financieras oficiales, cambiaron por completo la faz y perspectivas económicas de la península ibérica y en consecuencia, el límite de Europa bajó hasta el Estrecho de Gibraltar, donde permaneció, de acuerdo a la percepción, por varios años gracias a la apertura comercial y financiera de la península.

En ese período de afluencia económica peninsular, España volvió a colonizar raudamente las antiguas colonias de Hispanoamérica  y aun las portuguesas, recreándose esta vez un “imperio económico” vinculado especialmente a la energía, la banca y los servicios. Esas inversiones han sido muy productivas, porque Hispanoamérica aprendió las lecciones de antiguas crisis, y abrió sus economías, perfeccionó sus mercados y controló sus políticas monetarias y fiscales, lo cual se tradujo en prosperidad regional.

Todo lo anterior cooperó a mantener temporalmente el límite estimado de Europa en el Estrecho de Gibraltar.

Sin embargo, poco a poco o gradualmente, las políticas y prácticas intervencionistas y socialistas fueron penetrando por contagio en toda Europa y más en el sur, que es más imaginativo e iluso, lo que se tradujo en abultamiento del Estado y a la vez de subsidios, la creación del mal llamado Estado de Bienestar, estímulos a instituciones financieras reñidas con el mercado, mala regulación financiera y peor  regulación laboral.  Ese embrión que evolucionó dinámicamente generó una debilidad económica en gran parte de Europa, excepto en aquellos que se percataron de la situación y la contuvieron con reformas estructurales, austeridad fiscal y regreso al perfeccionamiento de los mercados, o sea, regreso a la disciplina fiscal y al mejoramiento de la competitividad.  Más aún, el tema de la competitividad es delicado y exigente, porque se trata de lograr un equilibrio en la competitividad relativa con Asia y en particular China, que tiene políticas públicas económicas liberales, que acentúan la productividad en el marco de sus estrategias exportadoras.

La deuda abultada de Europa surgió por falta de competitividad, bajo crecimiento económico y abultado gasto social y no social, que se tradujo en altos impuestos, déficit fiscal y déficit de balanza de pagos en cuenta corriente, de carácter crónico y en algunos casos progresivo.

En la última década, la economía de Italia ha crecido en promedio anual 0,31%, Portugal lo hizo en 0,41% y la Euro Zona en su conjunto en sólo 1,19% anual, o sea, existe el síndrome de un estancamiento económico, baja competitividad y significativos desequilibrios económicos y financieros y alto endeudamiento público.  En las condiciones  anteriores, es  muy difícil economica y socialmente corregir los problemas antes mencionados.

La crisis de Europa no es en absoluto la crisis del capitalismo, es más bien la crisis de las políticas públicas socialistas excesivas, que agotaron la productividad, luego la competitividad internacional y generaron enormes desequilibrios macroeconómicos, que serán lentos y difíciles de revertir, como lo estamos viendo en el caso extremo e irrescatable de Grecia y tal vez de Portugal.

Aplicando un criterio de competitividad, de acuerdo al ranking del World Economic Forum (WEF), el límite actual de la geografía europea, probablemente temporal, está en el Rhin.  Una unión monetaria con esa frontera geográfica, para una Zona Euro funcionaría mucho mejor y podría acoger tal vez a algunas economías competitivas escandinavas, muy escépticas de la actual unión monetaria y que vienen de vuelta de las políticas públicas colectivistas e intervencionistas, de baja viabilidad global.

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