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Obstinación fiscal

Voces La Tercera

¿En qué se parecen un hospital y una sala cuna? A simple vista en nada. Sin embargo, en el contexto de la discusión del presupuesto público para el próximo año (que ocurre por estos días) ambos sufren de exactamente el mismo problema: obstinación fiscal.

Partamos por los hospitales. El Presupuesto para 2015, el primero diseñado por el Ministerio de Hacienda de este gobierno, prácticamente duplicó los recursos disponibles para infraestructura en salud, alcanzando un monto histórico cercano a los $550 mil millones (en pesos de 2016, de acuerdo a los supuestos de Hacienda). Todo de tal modo financiar cerca de un cuarto del ambicioso y millonario Plan de Inversiones 2014-2018, de US$4.000 millones, que contemplaba contar al final de la administración Bachelet con 20 hospitales construidos, 20 “en construcción” y 20 “en estudio o licitación”. En simple, cerca de 2.500 camas adicionales a la red pública en 2018 y más de 11 mil cuando todo el plan fuese concretado.

Lamentablemente, el Ministerio de Salud ha dado consecutivas muestras de su incapacidad para gestionar y ejecutar los abundantes recursos adicionales que solicitó para este año.Durante los primeros ocho meses del año sólo se ha ejecutado 17,2% del millonario presupuesto de inversiones, muy por debajo del 30,2% a igual período del año anterior. Además, el listado de proyectos a ser ejecutados en el Plan ha sido cambiado en reiteradas oportunidades, lo que en la práctica significa que 5 de los 20 hospitales que iban a estar listos al 2018 ya no lo estarán (Quellón, Alto Hospicio, San Antonio, Casablanca y Nuevo Angol), equivalentes al 30% de las camas adicionales que iban a estar listas al final del gobierno. Al menos 320 mil personas verán postergada su promesa inicial. Si bien ahora ya no serían 20, sino 27 (diferentes) los hospitales terminados en 2018, no hay señales de que esta meta (autoimpuesta) será cumplida.

Una historia similar ocurre en el caso de las salas cunas. Para su gobierno, la Presidenta comprometió la construcción de 4.500 nuevas salas cunas y la habilitación de 1.200 nuevas salas en jardines infantiles. De tal modo de dar cumplimiento a este objetivo, al igual que en el caso de los hospitales, el presupuesto 2015 para salas cunas y jardines infantiles tuvo un aumento anual sin precedentes (¡de ocho veces!), alcanzando un monto total de $260 mil millones (también en pesos 2016, de acuerdo a los supuestos de Hacienda). Lamentablemente,MINEDUC sólo ha sido capaz de ejecutar a agosto de este año 3,4% de este importante monto (en 2014 este porcentaje alcanzaba 32,5%).

¿Qué esperamos para 2016? En ambos casos, el lema oficialista “Realismo sin Renuncia” fue tomado al pie de la letra. “Realismo” porque el presupuesto del próximo año para inversión tanto en hospitales como en salas cunas fue reducido en términos reales (9,3% y 51% para hospitales y salas cunas, respectivamente). Y “sin renuncia” porque no obstante lo anterior, el monto que se espera destinar a ambos sigue siendo muy superior al de 2014. ¿Qué sentido tiene hacer crecer los recursos públicos tan considerablemente si no hay capacidad instalada para gestionarlos adecuadamente? No olvidemos que el aumento presupuestario viene acompañado de promesas a la población que probablemente se verán incumplidas.

Por esto, antes de seguir confiando en el Estado como ejecutor de proyectos de infraestructura pública en áreas tan relevantes como la educación inicial y la salud, el Presupuesto 2016 debiese profundizar su débil “realismo” y abrir caminos alternativos que entreguen soluciones reales a la población. ¿Por qué cerrarse ex ante a la asociación público-privada a través, por ejemplo, de las concesiones, como ocurrió inexplicablemente al inicio del gobierno en salud? (anulándose procesos de licitación en curso de 4 hospitales y otro tres que estaban en carpeta) ¿Por qué no entregar cronogramas realistas que puedan ser exigidos por toda la población de tal modo de poder “castigar” el incumplimiento? ¿Por qué no reasignar los importantes recursos que no serán usados en nueva infraestructura (por incapacidad de ejecución) en mejorar la calidad de los proyectos ya existentes o en entregarle recursos portables a la población que les permita atenderse en prestadores de salud privados o enviar a sus hijos a una sala cuna de calidad cercana a su hogar o lugar de trabajo (sin importar si la construyó o no el Estado)?

La discusión presupuestaria, más que la obstinación fiscal de mostrar generosos recursos en infraestructura pública que probablemente no logrará ser construida, debiese ser una oportunidad para distribuir los recursos de manera eficiente, de tal modo de cumplir objetivos tales como una atención de salud oportuna y de calidad, y educación inicial para todo padre o madre que la quiera para su hijo.

 

Columna de Alejandra Candia, Directora del Programa Social de Libertad y Desarrollo, publicada en Voces de La Tercera.- 

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