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NEGATIVA EVALUACIÓN DE LA PSU CONFIRMA CRÍTICAS

Ayer se dio a conocer el informe final de la auditoría realizada por Pearson a la Prueba de Selección Universitaria (PSU). Esta prueba se implementó el año 2003 (proceso 2004), en reemplazo de la antigua PAA, en una decisión que fue altamente cuestionada, por considerarse apresurada y carente de suficiente respaldo.

María Paz Arzola, investigadora del Programa Social de LyD, señala que el año 2004 ya se había encargado otra evaluación, que tenía como finalidad detectar posibles fallas de la PSU para ir mejorándola. Sin embargo, este informe no se hizo público ni tampoco tuvo consecuencias en el diseño del test en el futuro. Simplemente, no fue tomado en cuenta.

Hasta que el año 2011, nuevamente surgió la iniciativa de hacer un diagnóstico y recoger evidencia para las futuras propuestas para mejorar la herramienta de admisión a la educación superior. “Esta vez sí se publicaron los resultados. Como era de esperar, estos fueron negativos y vinieron a confirmar las críticas que plantearon quienes desde el origen de la PSU dudaron de ésta. Entre ellos, desde Libertad y Desarrollo manifestamos nuestra aprensión”, señala Arzola.

Entre las principales fallas de la PSU detectadas en el informe de Pearson, se encuentra un desalineamiento entre los contenidos evaluados en la prueba y los que se incluyen en el currículo de enseñanza media. Según la investigadora, en este sentido, son los estudiantes de liceos técnico-profesionales los más perjudicados, pues hay contenidos evaluados en las pruebas que ni siquiera están entre las materias vistas por ellos. También se registró un crecimiento de la brecha entre los resultados de egresados de colegios públicos y privados en relación a la antigua PAA; si bien esta brecha proviene desde más temprano a nivel escolar, se encuentra que el diseño de la PSU la amplía, contrario a lo que planteaban quienes impulsaron y apoyaron esta prueba.

En cuanto a su capacidad predictiva, el informe señala que la PSU no pronostica de forma certera el desempeño que tendrán los jóvenes en la universidad. Lo anterior se suma a problemas en el cálculo de puntajes, debido en parte a que las respuestas malas se descuentan mientras que las omitidas no. En consecuencia, existe un alto margen de error que atenta contra la precisión de la prueba para diferenciar entre alumnos similares para carreras altamente selectivas, y contra la comparabilidad entre puntajes de distintos años.

“Todas estas limitaciones de la PSU hacen que sea una mala forma de seleccionar a los alumnos merecedores de becas y créditos estudiantiles, y debiera por lo tanto complementarse con otros indicadores”, advierte María Paz Arzola.

Quizás esta evaluación tan negativa de la PSU no sea sorpresa para nadie. Sin embargo, era necesario tener un diagnóstico externo y transparente que justificara las críticas y que diera los lineamientos de cómo se debe avanzar para mejorar el sistema. Sin duda, éste pudo realizarse mucho antes, partiendo por haber tomado en cuenta el documento elaborado el año 2004. Es de esperar que este sea el primer paso para dejar de lado los egos, y se trabaje con el único objetivo de mejorar el mecanismo de admisión para los alumnos del futuro, pues a los del pasado que se vieron perjudicados ya no se les podrá compensar.

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