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Indignados

La Tercera

Uno de los primeros indicios de que Trump podría resultar vencedor de las elecciones presidenciales en EE.UU., ocurrió cerca de las 7 PM hora de Nueva York, del mismo día de la votación y pasó relativamente inadvertido. A esa hora CNN daba a conocer los resultados de una encuesta a boca de urna, en la que se realizaban diversas preguntas a los ciudadanos justo después de haber sufragado. Una de esas preguntas era la siguiente: “¿Cuál es su sentimiento respecto de la labor del gobierno federal?” Respuesta: Un 68% de los encuestados respondió que “muy insatisfecho”.

Durante su campaña Trump se había preocupado de destacar que Hillary Clinton llevaba más de 30 años dentro de un gobierno. Y que en ese período no había hecho más que hablar de los temas sin resolver ninguno. La opinión de Trump sobre el gobierno de EE.UU. es muy parecida a la de ese 68% de norteamericanos que se mostraron indignados con su gobierno. En la campaña, el singular candidato republicano insistió hasta el cansancio en que Washington había olvidado a la gente. Que los políticos trabajaban para ellos y para sus amigos.

Durante los últimos siete años, los políticos e intelectuales de izquierda, en complicidad con una parte significativa de la prensa mundial, han predicado que la gente está indignada; con el modelo de libre mercado, con las grandes empresas y contra la desigualdad de ingresos. Parapetados en una autoasignada superioridad intelectual y moral, las propuestas de estos líderes desde Iglesias (Podemos) en España, hasta Bernie Sanders en EE.UU., y por supuesto Michelle Bachelet en Chile, han sido muy similares; más impuestos, más gobierno y más regulación. Sin embargo, la reelección de Rajoy en España, la votación del Brexit en el Reino Unido, el inesperado triunfo de Trump y la debacle electoral de la Nueva Mayoría nos hablan de un fenómeno muy distinto al que describen los intelectuales de izquierda.

En cada uno de estos casos, a la hora de ir a las urnas, los ciudadanos han votado por menos y no más Estado, por más libertad y no más regulaciones, y por más crecimiento económico por sobre la promesa -nunca cumplida- de más igualdad.

La verdadera indignación de la gente es contra los gobernantes que favorecen a sus amigos y correligionarios políticos (pensiones en Gendarmería), contra los gobernantes que privilegian a los grupos de presión por sobre los ciudadanos (regulación de Uber, la CUT y la reforma laboral) y contra los gobiernos ineficientes que gastan lo que no tienen (Chile ha duplicado en tres años tanto su deuda pública como su déficit fiscal).

A la hora de la verdad, la mayoría de los ciudadanos votan indignados contra los intelectuales de izquierda que hablan mucho y hacen poco y que terminan gastando la plata de todos para financiarse ellos y sus amigos.

Muchos se preguntan cómo los norteamericanos pudieron haber votado por un candidato como Trump. Quizás la respuesta sea que más que votar a favor de él, votaron en contra de Hillary Clinton y todo lo que ella representa.

Columna de José Ramón Valente, Consejero de Políticas Públicas de Libertad y Desarrollo, en La Tercera.-

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