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La civilización del espectáculo

El Mercurio

Bajo ese título (Alfaguara, 2012), Mario Vargas Llosa definió al mundo actual. Donde, según el nobel, el primer lugar de la tabla es la frivolidad, que degrada e inficiona la cultura, la religión, el sexo y... la política.

La campaña presidencial norteamericana es otra demostración de esa metástasis. Donald Trump y Hillary Clinton más que por el debate de sus propuestas, atrapan a las audiencias con recíprocas acusaciones de conductas delictuales y faltas de integridad. Cada uno insinúa, y Trump afirma, que su oponente debería estar en prisión. Son las bajezas y el espectáculo, los que aumentan el rating y rinden en la política. Grave es el caso de los republicanos que para designar a su presidenciable valorizaron la experiencia televisiva, por encima de su ignorancia y abusos de todo tipo.

Incomprensible que los partidos, conocedores de las vulnerabilidades de los candidatos, los nominaran, desencadenando una polarización sin precedentes que perjudicará a Estados Unidos por muchos años.

La desconfianza que ambos provocan motiva el desinterés de los ciudadanos: se sabe que ninguno será capaz de lograr el 50% de las preferencias, que menos de la mitad de los electores concurrirán a las urnas.

Tal vez la indiferencia de los votantes proviene de la confianza en las instituciones para contener los excesos, incluso destituir a quien se exceda en la presidencia. Ignoran que en el intermedio los daños pueden ser incalculables y de consecuencias mundiales: se trata del gobernante de la potencia más poderosa y determinante para la seguridad y progreso del planeta.

El desenlace de la campaña norteamericana nos debe preocupar, más todavía si Trump es elegido. Aunque improbable, no es descartable su triunfo. Las encuestas han fallado en Gran Bretaña, en Colombia y en varios otros países.

Las promesas de Trump de reducir la cooperación internacional, de revisar los tratados de libre comercio, de castigar las inversiones en el exterior y su xenofobia nos tocan directamente y se agravan con su propuesta de construir una muralla en toda la frontera mexicana. También preocupa el proteccionismo de última hora de Hillary Clinton, ahora contraria al TPP y crítica de los tratados de Libre Comercio que antes promoviera.

El nocivo show armado en Estados Unidos es un signo peligroso de los tiempos, y no es descartable que se repita en las elecciones en otros países, donde no está la salvaguardia de las potentes instituciones y separación de poderes que equilibran el poder presidencial en los Estados Unidos.

Columna de Hernán Felipe Errázuriz, Consejero de Libertad y Desarrollo, en El Mercurio.-

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