Cuando se despachó la Reforma Tributaria, el ex ministro Arenas afirmó que “despejar la incertidumbre tributaria es una señal clave para que la actividad económica retome la senda de crecimiento”. Lo interesante de esa afirmación no es que, como tantas otras cosas que se dijeron, no se ha cumplido el pronóstico y el progreso sigue siendo esquivo. Lo relevante para estas líneas es que esa intuición -que la discusión del marco tributario afecta el crecimiento- puede aplicarse perfectamente a la reforma constitucional. Si la “incertidumbre tributaria” impide el crecimiento de la actividad económica, ¿no ocurre lo mismo cuando se trata de la “incertidumbre constitucional”? Por supuesto que sí.

Es que el itinerario que propuso la Presidenta se extiende por lo que queda de este gobierno y, según su plan, todo el próximo. Y en estos años entonces todo puede plantearse y discutirse.

Cuestionar este revisionismo total no significa desconfiar de las personas. Muy posiblemente, a pesar de la acción de influyentes grupos extremos en muchos temas, primará la razonabilidad. En otros, en cambio, lamentablemente habrá retrocesos. ¿Cómo saber si esto último ocurrirá en el derecho de propiedad, en el estatuto del estado empresario, en el régimen minero, en las aguas, en los derechos sociales o en tantos otros? Imposible adelantarlo hoy. Lo único claro es que, parafraseando al ex ministro, mientras no se despeje la incertidumbre constitucional será más complejo retomar la senda del crecimiento. Y nadie puede sorprenderse de eso.

Columna de Sebastián Soto, Director del Área Constitucional de LyD, en Pulso.-