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Ley de etiquetado: a tiempo de introducir mejoras

Voces La Tercera

Tras la entrada en vigencia de la segunda fase de implementación de la Ley de Etiquetado y su reglamentación, y conocerse resultados y/o análisis preliminares de las primeras evaluaciones de los efectos de la normativa, ha surgido un debate entre los actores involucrados respecto de la efectividad de la misma. Sin embargo, lo cierto es que, en virtud de los resultados que arrojan los primeros estudios, resulta apresurado concluir que la normativa ha sido exitosa.

A dos años de la implementación de la ley, las primeras evaluaciones arrojan variadas conclusiones. El último informe de evaluación del Minsal -basada en datos obtenidos de una encuesta acerca de las percepciones y actitudes de los consumidores- da cuenta de un alto grado de conocimiento de los sellos por parte de la población, pero no entrega información suficiente que revele que los consumidores están cambiando definitivamente sus decisiones de compra. Por otro lado, un estudio realizado por académicos de la U. de Chile (INTA), U. Diego Portales y U. Carolina del Norte muestra que las compras de bebidas azucaradas y cereales disminuyó en un 25% y 9%, respectivamente, y se redujo la cantidad de sodio y azúcares en variados alimentos a partir de reformulaciones hechas por la industria. Sin embargo, otro estudio relacionado (Araya et al. 2018) que utiliza datos individuales de transacciones reales en supermercados de Santiago, Valparaíso y Viña del Mar, si bien muestra que los sellos de advertencia tuvieron impacto en disminuir la probabilidad de comprar cereales (-11%) y jugos (-24%), no se encontraron efectos en la categoría de chocolates y dulces, ni en las galletas.

A partir de estos datos, ¿es posible afirmar tajantemente que la política de etiquetado chilena ha sido exitosa? Si bien estos estudios reflejan una disminución en la compra de alimentos que probablemente eran erróneamente percibidos por los consumidores como más saludables en relación a otros productos (caso de cereales y jugos), estos mismos estudios demuestran que el impacto de los sellos ha sido nulo en otras categorías de alimentos (chocolates, dulces, galletas) que justamente son los que tienen gran impacto en la obesidad.

Por otro lado, aun cuando es valorable que la industria haga esfuerzos por reformular sus alimentos, los estudios no dan luces respecto de cuáles son los sustitutos a los que recurren las personas que evitan los alimentos con sellos. Asimismo, la información que se entrega al consumidor adolece de ciertas inconsistencias. La medición en base a 100 grs. o 100 ml. genera una falsa percepción de productos saludables, no permitiendo comparar entre productos con el mismo sello. La literatura indica que los sellos pueden ser efectivos cuando proporcionan información nueva al consumidor. La mayoría de las personas no necesitan un sello negro para saber que los chocolates, dulces y galletas son altos en azúcar. Sin embargo, es probable que muchos valorarían poder distinguir cuál de los chocolates es 'el menos dañino', cuestión que el sistema chileno de sellos no permite.

Si bien aún es muy pronto para extraer conclusiones drásticas, es legítimo que surjan dudas sobre la efectividad de la norma e inquietud por introducir perfeccionamientos. Más que dar por sentado que la norma es exitosa, debemos observar y evaluar los resultados con más cautela y ver si éstos serán sostenibles en el tiempo. En ese sentido, y estando pendiente la tercera fase de implementación, parece un buen momento para debatir propuestas que puedan perfeccionar el etiquetado.

Columna de Pilar Hazbún, Coordinadora del Programa Legislativo de Libertad y Desarrollo, publicada en Voces de La Tercera.-

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