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Impuestos: Ricos y Pobres

La Tercera

La oposición ha elegido dar la batalla contra la reforma tributaria del Presidente Piñera atacando frontalmente la propuesta de integrar los impuestos, pues la baja en el pago de impuestos a que ello llevaría, aseguran, beneficiaría mayormente a los ricos. Dado eso, prefieren que no haya baja en los impuestos para 150.000 Pymes que dan empleo a más de un millón de personas.

Es una manera parcial y miope de evaluar una reforma tributaria. El objetivo de la reforma no es beneficiar a uno u otro grupo de la población. La política tributaria entendida como un ejercicio de exacción, en el cual quienes llegan al poder lo usan para coaccionar a los ciudadanos y con los recursos obtenidos beneficiar a los suyos, si bien tiene precedentes tan lejanos como el imperio romano, no es precisamente el mejor camino para mejorar el bienestar de la población. Termina habitualmente con un país empobrecido y con los políticos que la impulsaron repudiados por la mayoría. Los publicanos no eran gente de buena reputación.

Los impuestos tienen efectos sobre la distribución del ingreso, es cierto, pero esos efectos son de primer orden y también de segundo y tercer orden. Si una determinada estructura tributaria altera los incentivos para ahorrar e invertir, lesionándolos, provocará inevitablemente una caída en la inversión y el crecimiento económico. El efecto subsecuente es una menor generación de empleos. Los asalariados sufren así consecuencias negativas de un alza de impuestos, cualquiera sea el que haya soportado en primer término el pago de los mayores tributos. Las consecuencias no se limitan a quienes pierden sus empleos, ni siquiera a los que dejan de encontrar un trabajo. Los que siguen empleados pierden poder de negociación y sus salarios reales inevitablemente caen. ¿O a usted se le ocurriría ir a pedir un aumento de sueldo cuando hay desempleo o falta de dinamismo en el mercado laboral?

Eso fue exactamente lo que ocurrió en Chile durante el pasado gobierno de Michelle Bachelet. Un aumento de la carga tributaria de nada menos que tres puntos del PIB, bastante concentrado en la tasa de impuesto a las empresas, fue presentado por el gobierno de esa época como una reforma que afectaba a “los poderosos de siempre” según un video oficial que se difundió entonces. Los mayores impuestos serían pagados por el 1% más rico de la población, aseguraban ministros, subsecretarios y funcionarios.

Lo que de verdad sucedió es historia conocida. La población empezó a percibir que la reforma afectaba a bastante más que el 1% de la población. Las Pymes fueron perjudicadas con regímenes tributarios como el semi integrado que les obligaba a pagar más impuestos; o por el de renta atribuida que les hacía pagar impuestos por ingresos que nunca habían percibido. Pero además, y lo más grave, la economía sufrió el embate de los mayores impuestos. Tanto que Chile pasó de crecer al 5,3% promedio en el primer gobierno de Piñera a un paupérrimo promedio de 1,7% durante el gobierno de Bachelet. De crecer más que el mundo y la región pasamos a crecer menos que el mundo y varios de nuestros vecinos.

Para sorpresa de la izquierda la reforma tributaria de la Presidenta Bachelet fue impopular y durante toda su tramitación y después de ella la mayoría de la población estuvo en contra según consignan las encuestas. ¡Una reforma que sólo perjudicaría al 1% de la población!

Pues bien, ahora, de los mismos autores de la reforma tributaria de Bachelet, conocemos la estrategia de oposición a la reforma de Piñera, basada en exactamente los mismos argumentos: los poderosos de siempre y el 1% más rico.

Creo que el país ya tuvo esa discusión, y la zanjó a favor de la posición del Presidente Piñera que propone una reforma tributaria para volver a poner a Chile en la senda del crecimiento, la inversión y la generación de empleos. A mayor abundamiento, la CASEN 2017 mostró que en los últimos dos años los ingresos del trabajo del 10% más pobre disminuyeron, mientras los de los demás chilenos aumentaban. Los más pobres son los que más sufren con una economía que no genera empleos y Piñera se ha propuesto corregir eso.

 

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en La Tercera.-

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