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El mundo sube mientras que Chile baja

Pulso

La semana pasada el Fondo Monetario Internacional publicó el World Economic Outlook del mes de abril 2017. La “bajada” de este documento se titula “Gaining momentum?”, es decir, en términos globales se está vislumbrando una mejora en “el movimiento” de la economía, la que estaría tomado fuerza, aumentando su velocidad de crecimiento desde el cuarto trimestre del 2016, la que se espera, persista.

A nivel mundial, el FMI aumentó la proyección de crecimiento para el 2017 respecto de su publicación de octubre del 2016 en 0,1 punto porcentual, alcanzando un 3,5%. Para el 2018, en tanto, esta proyección se mantuvo en 3,6%. Así, y dado que el 2016 cerró con un crecimiento de 3,1%, la economía mundial estaría avanzando 0,5 pp. en tres años.

Sin embargo, las economías emergentes no gozan de estas mejores perspectivas, así, en América Latina y el Caribe, se revisaron a la baja las proyecciones de crecimiento, alcanzando 1,1% para el 2017 y 2,0 para el 2018. Para Chile, en tanto, se proyecta para el 2017 una tasa de crecimiento de 1,7%, corrigiéndose 0,3 pp. a la baja respecto del informe anterior.

Quizás alguien que ve estas cifras pensará que estamos en buen camino, puesto que nuestro crecimiento proyectado es superior al de nuestra región. Pues no. Debe tomarse en cuenta que las perspectivas de crecimiento de América Latina y el Caribe incorpora crecimientos muy bajos de países que han estado en crisis: Venezuela, por ejemplo, pasaría de una tasa de -18% el 2016 al -7%  el 2017. Brasil, crecería 0,2% este año (luego de registrar una tasa de crecimiento de -3,6% el 2016), al tiempo que Argentina estaría repuntando del -2,3% alcanzado el 2016 hacia un 2,2% de crecimiento el 2017.

Si nos comparamos entonces con países que no han estado en crisis reciente,  nuestro desempeño esperado sería peor. Para el caso de Perú, se estiman tasas de crecimiento de 3,5% y 3,7% para el 2017 y 2018, respectivamente, al tiempo que para Colombia estas alcanzarían valores de 2,3% y 3,0%, respectivamente.

Respecto del mundo en total, nuestra perspectiva de crecimiento también está mucho más baja, situación que se ha venido repitiendo desde el año 2014 y que, con excepción del año de la crisis subprime (2009), no se había dado al menos desde 1999.

Así, ¿qué factores se estarían considerando en la elaboración de las perspectivas de crecimiento para nuestro país? Por una parte está la recuperación del precio de los commodities, que impacta positivamente. Por otra parte, se hace una clara referencia a la productividad, a la deuda pública “sostenible” y a “los fundamentales domésticos”, es decir, aquel marco propio e inherente a cada país donde se desenvuelve la actividad.

¿Qué se puede hacer? Por el lado de la productividad, avanzar en innovación y flexibilidad laboral, entendida como ajustarse tanto empleadores como trabajadores a las necesidades de ambos, sin leyes que restrinjan esa posibilidad. Por el lado fiscal, cuidar el gasto, para lo cual la modernización del Estado y el seguimiento de la ejecución presupuestaria por un ente independiente sería un valioso aporte. Y finalmente, para mejorar la actividad, el consumo y la inversión, se necesitan reglas claras que otorguen certidumbre al ambiente, de modo de recuperar confianzas.

 

Columna de Carolina Grünwald, Economista Senior de LyD, publicada en Pulso.-

 

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