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Capitalismo Feminista

Diario Financiero

La causa feminista ha mostrado su fuerza. Muchas de sus reivindicaciones son razonables y urgentes. Pero en Chile los discursos feministas a menudo van acompañados de una retórica que excede con mucho el ámbito de la discriminación que las mujeres sufren en sus hogares, lugares de trabajo. Así por ejemplo, escuchamos términos como sociedad hetero patriarcal, neoliberal o capitalista, repetidos sin mucha reflexión y se les atribuyen, sin fundamento, los problemas que sufren las mujeres.

El capitalismo y sus inicios durante la revolución industrial, a mediados del siglo 18 en Gran Bretaña, marca el momento en que la economía deja de estar centrada en la agricultura y la artesanía para pasar a depender fundamentalmente de la industria. Junto con ese cambio que efectivamente revolucionó la producción de bienes y servicios, se presentó también un cambio en las formas de vida. Las mujeres que gradualmente fueron incorporándose a la actividad productiva industrial pasaron a percibir ingresos propios que les cambiaron su posición relativa dentro del hogar.

Desde ese momento en adelante, las mujeres han ganado mucho terreno, convirtiéndose en unas de las principales beneficiarias de la modernización capitalista. Su calidad de vida, refrendada en indicadores demográficos y de salud entre otros ha mejorado sustancialmente y lo ha hecho a una velocidad mayor que la de los hombres. Las brechas de esperanza de vida al nacer, longevidad y otras son inversas a las que se presentan en materia laboral o de ingresos, las mujeres viven más y en mejores condiciones de salud que los hombres. Los cambios que se han producido en la sociedad en cuestiones como la maternidad, el cuidado de los hijos y el acceso a la educación han permitido a las mujeres disfrutar de mejor calidad de vida.

Mientras más libertad económica exista, vale decir mientras más rijan los principios capitalistas, mejor es la situación de la mujer.

El estudio Impact of Economic Freedom and Women´s Well-Being, del Instituto Fraser de Canadá, demuestra que las mujeres que viven en países con mayor libertad económica tienen más y mejores oportunidades. Por ejemplo, la participación de la mujer en la fuerza de trabajo en promedio es de 44,6% en países con altos niveles de libertad económica, mientras que en los países con bajos índices de libertad económica es de sólo 23,5%.  Asimismo, en países de alta libertad económica sólo el 13,3% de las mujeres están ocupadas en trabajos vulnerables (generalmente asociados a trabajos sin contrato, sin prestaciones previsionales y trabajando en condiciones no deseables), mientras que en países con bajos niveles de libertad económica un 37,8% de las mujeres trabaja en tales condiciones. En cuanto al porcentaje de mujeres que ganaron un sueldo durante el año anterior, en los países con mayores niveles de libertad económica el 42,5% declara haber recibido un sueldo, mientras que en los países de menor nivel sólo el 13,7% lo obtuvo.

Una feminista, entonces, debiera aplaudir el capitalismo; un sistema que ha permitido a las mujeres mejorar sustancialmente su calidad de vida. La crítica general al capitalismo está muy extendida y se repite con gran liviandad en diversos círculos. Pero no hay que confundirse: se le atribuyen muchos males, como la situación desmedrada de la mujer, sin fundamento alguno. A estas alturas, si los críticos fueran un poco más reflexivos y honestos intelectualmente debieran reconocer que el anticapitalismo es una suerte de “terraplanismo” económico.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, publicada en Diario Financiero.-

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