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«8M: Día internacional de la mujer», por Lucía Santa Cruz

"Ninguna filosofía que se base en la defensa de la libertad y la igualdad ante la ley puede abstenerse de defender la igualdad de derechos de las mujeres. 

Esto, que parece muy obvio, ha sido un largo camino en nuestra historia. Pero no cabe duda de que si uno tuviera que elegir como mujer en qué momento del tiempo y en que lugar vivir y prosperar, sería en la actualidad y en occidente.

La revolución más importante de la era moderna fue la revolución liberal de fines del siglo XVIII que consagró la igualdad ante la ley, los derechos individuales y el concepto de los gobiernos con el consentimiento de los gobernados. Los inicios, ciertamente, fueron lentos, sobre todo para las mujeres, pero el crecimiento económico, que por primera vez en la historia de la humanidad, se produjo como resultado de estos nuevos valores, y la ciencia y la tecnología que el crecimiento hizo posible, es lo que ha permitido cambiar radicalmente las funciones de la mujer en la sociedad. Gracias a ello ha podido liberarse de la producción de los bienes domésticos más pesados y esclavizantes y así ha quedado liberada una parte importante de la fuerza de trabajo femenino para la producción de bienes y servicios fuera de su casa. Es más, un doble ingreso ha pasado a ser necesario para financiar los productos, equipamientos y servicios que sustituyeron parcialmente el trabajo doméstico anterior, lo cual incentiva el ingreso de las mujeres al mercado laboral.

La revolución alimentaria disminuyó la mortalidad infantil, acortó el período de amamantamiento y la importancia de la presencia prolongada de la madre, y por primera vez en la historia de la humanidad, el padre pudo reemplazar a la madre en la alimentación del recién nacido. El descubrimiento de métodos anticonceptivos controlables por la mujer le entregan a ésta, también por primera vez en la historia de la humanidad o de cualquiera otra especie animal, el dominio absoluto sobre su fecundidad y es ella quien puede decidir la cantidad de embarazos y su oportunidad: si se reproduce cuando se reproduce, con quien se reproduce o si se reproduce con un ser anónimo innominad. El deseo de paternidad del hombre ha  quedado sujeto a la decisión de la mujer y no tiene derecho ni siquiera a una opinión sobre un no nacido que lleva el 50% de sus genes. Por otra parte, la disminución de la mortalidad infantil significa que las mujeres ya no requieren tener muchos hijos para lograr que dos lleguen a la edad adulta, y así disminuye la parte de la vida que las mujeres dedican a la reproducción y gestación. Además, su expectativa de vida es de varios años más que la de los hombres. Estos hechos, conllevan un cambio dramático en la relación de poder entre hombres y mujeres.

Otro factor ha promovido el poder de la mujer. Si antes la fuerza bruta era el factor productivo por esencia, lo cual daba una ventaja a los hombres en el mundo laboral, hoy día las habilidades que se requieren en la sociedad de la información y en el mundo que viene son precisamente aquellas en las cuales las mujeres excelen.

La transformación  que mayores repercusiones tendrá en la futura relación entre hombres y mujeres se refiere a las ventajas absolutas que en forma creciente gozan las mujeres en materia de logros y rendimientos educacionales. Hoy, en Chile, más mujeres que hombres acceden a la educación superior, abandonan menos sus estudios que los hombres, tienen mejores evaluaciones, y de cada 10 titulados 6 son mujeres. Si el porcentaje global femenino de participación en la fuerza laboral era de 25% en 1970 el porcentaje en 2000 entre jefes de hogar era de 45,33% del total y en 2017, de acuerdo a la ultima Casen, es de 55,36%. Sin embargo, en los sectores con más años de educación, vale decir entre los más jóvenes, es de casi 70%.

Ahora bien , ¿porque es esto relevante?. En la sociedad de la información y el conocimiento las retribuciones por el trabajo están altamente condicionadas por la educación. El hecho de que haya más mujeres, mejor educadas, necesariamente tendrá repercusiones crecientes en el mercado laboral en el corto plazo. Este fenómeno, que es mundial, ya significa en Inglaterra y EE.UU. que el valor del trabajo de la mujeres nacidas después de 1985 no sólo es igual, si no que levemente superior al de los hombres.

Es cierto que la historia social, cultural y de las mentalidades tiene otros tiempos y los cambios son más lentos que aquellos que se dan en la política o la economía. En la discusión sobre la participación de las mujeres en la vida social pública creo que demasiado tiempo se ha malgastado en denunciar las continuidades obvias: menos mujeres que hombres en la fuerza laboral, salarios inferiores, menor participación en ciertas áreas, como la política, como así mismo ausencia relativa en ciertos niveles de decisión en las empresas. 

Todo ello debe cambiar por el bien de la sociedad en su conjunto, incluidos los hombres, que lejos de ser nuestros enemigos, son nuestros colaboradores y complementos. Sin embargo, más importante que las continuidades es aquello que efectivamente cambia en forma progresiva, sobre todo si es la expresión  de cambios culturales profundos y no meramente de ingienieria social".  

Lucía Santa Cruz, Consejera de Libertad y Desarrollo.-

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