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¿Pacto administrativo: dueños de la pelota?

El Libero

O la extrema izquierda tiene un problema de entendimiento acerca de lo que es un pacto administrativo, o simplemente se están haciendo los lesos. Lo cierto es que el Frente Amplio intenta presionar a los partidos de la ex Nueva Mayoría amenazando con desconocer el pacto que suscribieron y les obliga a votar por Gabriel Silber, de la Democracia Cristiana, para que sea el próximo presidente de la Cámara de Diputados. El motivo del enojo de los jóvenes del FA es que algunos parlamentarios de la DC y el Partido Radical votaron favorablemente ciertos artículos del proyecto de migraciones presentado por el gobierno con los que ellos no estaban de acuerdo.

Pero Fuad Chahín replica que los del FA han votado a favor otros proyectos del gobierno y que la DC no puede entregar al FA la calificación acerca de en cuáles proyectos la DC puede votar con el gobierno y en cuáles no. Después de la reciente elección en Revolución Democrática los llama a ser más humildes. Parece razonable su postura en defensa de la autodeterminación de su partido. Carlos Maldonado, del Partido Radical, dice que sólo cabe respetar lo que se acordó. Sólo el Partido Comunista ha sido receptivo a la inquietud de sus socios en la extrema izquierda, coincidiendo en que deben buscar una postura común en las reformas tributaria, laboral, de pensiones, temas indígenas, educación y Código de Aguas. Casi nada.

Es obvio que la DC no puede aceptar esto. Los pactos administrativos tienen justamente la característica que no obligan a las partes a concordar en todas las materias, sino que son instrumentales para el logro de un objetivo: en este caso la presidencia de la Cámara de Diputados. Es irritante, por otra parte, que habiendo la DC cumplido su parte al votar por la socialista Maya Fernández para presidir la Cámara, ahora, cuando les toca a ellos la presidencia, el FA desconozca el acuerdo. Ese es un negociador con el que uno nunca quisiera volver a pactar. Los noveles políticos del Frente Amplio actúan como un niño que se quiere llevar la pelota para la casa cuando las circunstancias del partido de fútbol no le favorecen.

El problema para ellos es que no son dueños de la pelota.

La esmirriada votación en la elección interna de Revolución Democrática, donde Catalina Pérez triunfó con cerca de 1.700 votos, o sea el 0,012% de los votos potenciales del país y 8% de los del partido, pone las cosas en su lugar. La flamante presidenta reacciona diciendo que quieren liderar la oposición al gobierno. ¿Con qué ropa se pregunta uno? El actual presidente de RD, Rodrigo Etchecopar, va por la misma senda y minimiza el problema de la baja votación. Otros dirigentes del partido, como Miguel Crispi, han reconocido en cambio que la votación fue bajísima. Lo cierto es que a estas alturas Catalina Pérez tiene más menciones en la prensa que votos y algún día tendrá que terminar ese subsidio. No puede desconocerse por mucho tiempo una realidad política de esa magnitud.

Recordemos que su corriente, liderada por Giorgio Jackson, es proclive al camino propio, separado de los partidos de la ex Nueva Mayoría. Su proyecto está marcado por la obsesión de matar al padre y su principal adversario, al menos cronológicamente, no es la derecha sino la izquierda tradicional. Ese camino se dificulta ante su minúscula votación en las elecciones internas, pues si quieren sólo pactos electorales por omisión deberán pagar un alto precio en cupos para las próximas elecciones municipales y de Gobernadores. Por otra parte, el camino propio es contradictorio con la exigencia de acuerdos legislativos. ¿Acuerdos en los temas que yo decido y en mis términos? ¿Con qué respaldo? Ha llegado la hora de que los jóvenes del Frente Amplio dejen de jugar a la política y se decidan a participar en serio en ella.

Columna de Luis Larraín, Director Ejecutivo de Libertad y Desarrollo, en El Líbero.-

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