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Los debates de hoy desde una perspectiva diferente: reflexiones para el verano

El Mercurio

Un diciembre de mercados internacionales volátiles y con abruptas caídas, ha sido sucedido por un enero con un comportamiento similar, pero con recuperaciones sustanciales. En diciembre, desde su inicio hasta su punto más bajo, el SP 500 cayó un 15%. Durante enero, se ha recuperado más de un 10%. La bolsa local no ha sido muy diferente, el IPSA tuvo importantes caídas entre octubre y diciembre y presenta fuertes alzas en enero.

En el exterior, parte de la recuperación se debe a una serie de declaraciones de miembros del consejo de la Reserva Federal. Su presidente, después de la reunión de diciembre, dio a entender a la prensa que no asignaban importancia al proceso de disminución de la tenencia de activos acumulada por la institución desde 2009. Casi instantáneamente, los mercados acentuaron su caída. Tras ese episodio, distintos personeros han aclarado que serán cautelosos, que no estarán sujetos a un plan estricto y que observarán el comportamiento de los mercados. Asimismo, ratificaron que no perciben presiones inflacionarias de sueldos o de precios que indiquen que las medidas contractivas deban acelerarse.

La historia nos enseña que los ajustes de política monetaria y fiscal ayudan, pero no son el elemento esencial que detona el progreso. Es la creatividad e innovación de los individuos y asociaciones libres, las empresas, lo que está detrás de casi todos los aumentos de bienestar.

En el siglo XIX surgieron los ferrocarriles, la industria del acero y del petróleo. Curiosamente, este último avance, antes de convertirse en la principal fuente de energía, evitó la extinción de las ballenas al sustituir su aceite para iluminar la noche.

En el siglo pasado destacan el automóvil, la aviación y la electrónica. También hubo avances menos notorios como la revolución de contenedores en el transporte marítimo. En lo que va de este siglo, el salto cualitativo de la tecnología de la información ha hecho arrollador el desarrollo de las comunicaciones y el manejo de datos.

Para conocer si el mundo mantendrá o no su dinamismo a futuro, debiéramos mirar lo que pueda impedir o facilitar este proceso de innovación.

A nivel global, cuando la esperanza parecía perdida en los países desarrollados, una estrategia más agresiva en EE.UU., para desmantelar los impedimentos a la creatividad y la inversión, revivieron el optimismo. Hoy, estrategias menos claras al respecto, sumadas a la incapacidad de ejecutarlas por el empate político, están detrás del menor optimismo.

En Chile, con el gobierno anterior no sólo el avance económico fue muy discreto, sino que las expectativas se fueron precipitando en terreno negativo en la medida que consolidaba sus políticas anti innovación y emprendimiento. El IMCE y el IPEC, que miden la visión empresarial y de los consumidores, son testigos de ello. Cuando se vislumbra el triunfo electoral del actual gobierno, estas dan un salto al terreno positivo, aunque en los últimos meses se han deslizado nuevamente al área negativa.

El gobierno debe considerar estos sentimientos. Tiene cifras sólidas que muestran un claro mejor desempeño que su antecesor. El crecimiento del 4% de 2018 parecía inalcanzable cuando inició su mandato y pocos lo pronosticaban. Esto se explica, en parte, porque dejó de confrontar las iniciativas de los emprendedores. Parte del mérito lo tienen los ciudadanos que creyeron que haría eso y más.

Esta visión optimista generó una retroalimentación virtuosa. Hoy necesitan ver que la autoridad en que creyeron tiene claro el rumbo, aun cuando no pueda avanzar con la velocidad deseada.

¿Cuál es el espíritu y la visión necesaria para enfrentar los dilemas cotidianos dando una señal de que se desea avanzar? La mejor manera es revisar cuál fue ese espíritu en los lugares y períodos de mayor progreso, para usar esa misma mirada. Gran parte de los avances y de las empresas que lo materializaron, se hicieron realidad, en Inglaterra y posteriormente en EE.UU.

El principio rector fue que los gobiernos eran necesarios para asegurar la paz, pero debían ser limitados en sus facultades, para evitar las tiranías. Esto incluye las tiranías de las mayorías por sobre las minorías.

Los individuos tienen el derecho básico a su vida, su propiedad y a forjarse su destino en libertad. El gobierno se debe limitar a través de elecciones periódicas, separación de poderes, capacidad de acción limitada, federalismo y principio de subsidiaridad. Es decir, el Estado no debe hacer aquello que otros grupos intermedios, como la familia y el individuo, pueden hacer. Aunque ese espíritu se fue perdiendo con el tiempo, aún impera y es el motor del mayor bienestar de la humanidad.

Volviendo a Chile; ¿Que nos diría esa perspectiva sobre los temas polémicos de hoy? ¿Las escuelas pueden seleccionar a los alumnos? La decisión de la educación de los hijos recae en los padres primariamente y las escuelas deben organizarse libremente para tolerar la diversidad. Las familias deben ser libres para intentar incorporar a sus hijos, donde se selecciona o donde no se hace.

El argumento de que hay recursos fiscales es falso. Los recursos los genera la sociedad y el Fisco se los apropia vía impuestos. La subvención a las familias no hace más que devolver lo que se les quita. Por ello no se deben imponer visiones ideológicas y constructivistas. El lucro, el aporte de los padres y la forma de seleccionar deben estar en el espacio de la diversidad y no de la imposición por la fuerza. El motor del progreso muchas veces ha estado en manos de grupos que se potencian en sus habilidades. Esas habilidades son dinámicas. El avance lo lideran los que tienen el valor de explorar lo inexplorado. Si se cercena la diversidad, la sociedad languidece.

En la discusión tributaria las premisas básicas que inspiran la discusión son erradas. La riqueza no nace de que el Fisco tenga más, sino de que no impida a los individuos y a las empresas explorar ideas nuevas, arriesgarse y muchas veces perder. En su obsesión por más recursos, los gobiernos no deben romper reglas básicas como la libertad de hacer negocios, la privacidad y que la ley sea clara y fácil de aplicar. La discrecionalidad debe ser mínima. No corresponde escudarse en las normas nacidas de la OECD, necesarias en países que han llegado a imponer cargas intolerables. Las empresas no gastan, sino que producen e invierten. Mayores impuestos harán que tengan menos recursos disponibles para invertir y exista menor bienestar. Cuando los ciudadanos se percatan que los impuestos los pagan ellos, no los aceptan fácilmente. Los chalecos amarillos en Francia surgen cuando la población sintió el impacto del alza del impuesto a los combustibles.

Es falso que los recursos naturales sean de todos. No existen mientras no se descubran o se les dé un uso. Las tierras con petróleo eran un problema en vez de una bendición antes que éste fuera útil. Antes de la radiotelefonía, el espectro radioeléctrico no existía para la humanidad. Sin las técnicas adecuadas, ni la jibia ni la anchoveta tienen valor. La solución exitosa para transitar por estos procesos es la propiedad privada. Y si hay una tarea del gobierno, esta no es apropiarse de los recursos sino facilitar que la propiedad se genere por tradición y finalmente por cuerpos legales en forma pacífica.

La lista de los temas que merecen mirarse con este prisma en la discusión de hoy es muy larga. ¿Es razonable que el Fisco arriesgue todos los recursos, sin socios, en la reconstrucción del aparato productivo que Codelco requiere? ¿Es adecuado que el gobierno de turno se llene de gloria prometiendo pensiones que otros pagarán? ¿Es sensato pretender simplificar un problema tan complejo como el de las atenciones de salud para aparecer resolviéndolo? El progreso ayuda al medioambiente. No miremos más a la inversión como sospechosa de destruir. En realidad, es creación de bienestar.

El empleo digno nace de las empresas y quienes contratan no son los enemigos. Sí lo son las normas que ahogan al empleador y favorecen monopolios sindicales. No es el Estado regulando a las empresas el que hace que se beneficie al ciudadano común, es el propio proceso creativo el que lo hace. El gobierno siempre llega detrás y trata de apropiarse del éxito. Es necesario dejar de lado el afán de imponer cada vez cargas más pesadas a quienes crean, emplean y producen.

Para la visión imperante hoy en Chile, en el fondo totalitaria y que ve la democracia como un instrumento para lograr el poder, lo anterior es herejía. Basta ver como aún algunos defienden a Maduro y a la Cuba de los Castro.

Es necesario desafiar esa visión si se quiere recuperar la confianza y el optimismo de las mayorías, que ve en su entorno como se les asfixia e impide progresar. Es indispensable que se introduzca aire fresco, que ilumine las polémicas diarias. El gobierno debiera cooperar con ello. No será exitoso en muchas ocasiones. Tampoco lo es hoy. Pero al menos mantendrá viva la llama de quienes esperaban que se les abriera un nuevo horizonte. Sin ello, es dudoso que la recuperación económica lograda se vigorice.

Columna de Hernán Büchi, Consejero de Libertad y Desarrollo, publicada en El Mercurio.-

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